17

254 25 12
                                    

Mayte Pov

Otra vez me he pasado la tarde pensando en ella, en ese beso. En cómo sus manos me buscan, en como se olvida del mundo cuando estamos respirándonos encima. Una vez más cae la noche y ella se va a dormir con ese hombre que es su esposo, y yo no soy nadie. Tomo las cosas que tengo encima, ordenó y sigo absorta en mis pensamientos. Nunca justifiqué el entrometerse en una relación, siempre creí que es uno quien elige en quien se fija, que no es al azar y mucho menos mágico o fortuito. Pero justamente así me pasó, se bajó de ese caballo y todo comenzó a andar en cámara lenta.

Yo no busqué esto y no quiero ser víctima de los sucesos de la vida. Quizás soy culpable por quedarme, por querer que pase una y otra vez. Me siento culpable por buscarla sabiendo que la daño. Mi cabeza da vueltas y pienso que es más fácil el impulso, hacer lo que quiero hacer en el momento, sin pensar. Luego creo que el impulso es el que daña, el que nos hace dar vueltas malditas en este campo, en un bucle infinito sin poder tocarnos. Me tomo la cabeza con mis manos y creó que me voy a volver loca. Si soy sincera, esta pasión nos va a juntar como imanes. Podemos distanciarnos cuatro o cinco días, quizás meses, incluso años, pero esto no se vive dos veces. ¿Qué es lo que todos buscamos? ¿No es acaso trascender el tiempo? Y el amor, ¿No es acaso el arma para hacerlo? Que si hemos estado aquí sin amar, es como si no hubiésemos existido.

Corro, cruzó el campo, descansó. Tomo aire y vuelvo a correr. Llegó a un terreno que es del mismo que la hacienda. Hay dos casas con una distancia de unos trecientos metros. Caigo en mis rodillas, no sé cual es su casa. La veo salir y detrás de ella una mujer adulta. Me levantó y camino hacia la casa. Me ve.

- Señorita - me dice.

- Patroncita - me habla la mujer que la acompaña.

- Hola Fernanda, hola... - les saludó a las dos, desconociendo el nombre de la mujer.

- Ella es mi mamita Margarita - la presenta. Es una mujer muy guapa ya mayor.

- Un gusto Margarita - me acercó para darle la mano. y ella me abraza.

- ¡Patroncita Mayte! Venga pa' ca si yo la conozco de que era una esquincla - me da un abrazo apretado y se lo devuelvo.

- ¿De verdad que la conoce? - Fernanda pregunta extrañada.

- Si, si siempre venía a jugar con ustedes cuando eran unas cositas diminutas.

- ¿Nosotras nos conocíamos entonces? - le pregunto a Margarita, necesitaba comprobar si era real, si era esta morochita que me encantaba de niñas.

- Si pues, ¡ Si se la vivían peleando oiga! Venga entre, venga a tomarse un café con nosotras - me dice.

- Es que yo no quiero molestar, solo venia a conversar algo del campo con Fernanda.

- Pero despues hablan, tomese un café, venga - insiste y entro.

- La casa es linda pero muy helada, a pesar del calor que hace en el día, yo estoy con una camisa y me congeló. Me siento en el sofa y me acomodó al lado.

Fernanda entra y saca una manta y me abriga. Se sienta a mi lado. Margarita me da un café y se sienta junto a nosotras para compartir el calor de la chimenea.

- Yo conocí a su mamita oiga, tan re linda. Tenía sus mismos ojitos. Bien grandes y brillantes - me dice.

-Si, siempre me dicen eso - le digo - yo no tengo muchos recuerdos del campo ni de cuando venía, pero me gusta saber que una parte de mi vida con ella está aquí.

-¡Si! Usted siempre quería venir a jugar con mis hijos. Pero con Fernanda se pasaban agarrando del moño.

Las dos nos miramos y nos causa un poco de gracia el hecho, o eso creo yo por lo menos.

Sabor A TiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora