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Mayte Pov

Amanece y me levantó feliz pero no sé porqué, solo tengo esa sensación de felicidad que a veces uno tiene en las mañanas. No sé si se debe a que algo bueno va a  suceder o simplemente algún sueño nos regala algo de optimismo, pero me levantó como hace mucho tiempo, meses, no me levantaba. No tengo nada a mi favor, no obstante, me siento tremendamente afortunada.

Me voy a la ducha, acarició mi cuerpo y se vienen imágenes de ese día en la ducha con ella, con sus manos en mi piel y su cuerpo mojado. Me excito demasiado, tanto que duele. Cierro mis ojos y dejo que el agua me recorra mi piel, que me quite está necesidad que despertó ella en mí, una necesidad que es solo de ella, de la forma que me toca. Salgo de la ducha, cepillo mi pelo, aplicó una crema para el cabello. Salgo del baño envuelta en la toalla y me quedó un momento mirándome en un espejo que está colgado en la pared. Ale duerme como una bebé, anoche nos quedamos conversando hasta las cuatro de la madrugada.

De pronto, como antes, siento golpes en la puerta. Un pequeño viaje en el tiempo me lleva al segundo día de mi llegada a este campo. Sé que es ella, me acercó a la puerta y abro.

Entra sin permiso y se queda unos segundos parada frente a la cama donde duerme Ale. Voltea hacia mí que acabó de cerrar la puerta y me mira de arriba a abajo.

- ¿Lo pasó bien oiga? - me pregunta.

Si, nos quedamos conversando hasta tarde - le digo mientras me quedó de espalda a ella y me bajo la toalla para ponerme el sostén. Pero el sostén no está a mi alcance, siento que se acerca por el costado y me lo pasa. La siento cerca, diría que está a diez centímetros de mi espalda, inmóvil. La respiración se agita pero no le doy importancia, solo me lo pongo con mis manos temblando, pero no de nervios, son ganas incontrolables de sentirla en mi cuerpo. Me visto con la primera blusa que veo cerca. Sin sacarme la toalla, me pongo ropa interior inferior. Ella está en silencio mientras terminó de vestirme con un short. Dejo la toalla en la silla y me volteo hacia ella. Está ahí, da dos pasos hacia atrás sin quitarme los ojos de encima para darme espacio.

Libero mi pelo de la toalla con la que lo tengo envuelto y tenemos un intercambio de miradas que me habla de todo lo que deseamos en esos momentos. Si no estuviera Alejandra, si yo no tuviera dudas. ¡Qué importa! Recuerdo lo que dijo y nuevamente vuelvo a la realidad. Ella no siente nada por mí.

- Fernanda necesitó un café antes de salir, si quieres te puedes adelantar y yo te alcanzó - le digo - a no ser que te quieras tomar un café conmigo.

- Me lo tomó con usted pero rapidito - me dice.

- Dame un segundo que le dejo una notita a Ale - le respondo.

- Por la bendita madre - susurra.

- Fernanda no me demoro nada, no seas asi - le digo.

- ¿Asi como? No tengo culpa de que usted se levante tarde porque se queda haciendo asaber que cosas toda la noche - me ataca.

- Piensa lo que quieras - le digo.

- ¿Me está dando la razón entonces? - pregunta.

- Entonces, me da lo mismo lo que pienses Fernanda - le digo - si quieres pensar que tuve sexo con Ale … dale, piénsalo - remató porque no quiero mentir pero tampoco desmentirlo.

- ¡Yo sabía! - me dice y se queda ahí desafiante - ahí tiene una más para comparar.

- Si, una más. Aunque con Ale ya habíamos tenido algo, hace mucho tiempo - le cuento.

- ¡Ah, mire usted! ¡Que bueno que se divierta aquí!- me dice y se quiebra su voz. Camina hacia la entrada de la habitación para salir - vamos por el café mejor.

Sabor A TiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora