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Mayte Pov

Estoy besando a Fernanda en medio del campo a plena luz del día. La tocó y la siento entre mis brazos. Abro los ojos y estoy en mi cama. Junto a mí está Ilse y entiendo que todo fue un sueño. Soñé con ella, me lamentó, tanto que tomo mi cabeza entre mis manos y mis ojos se llenan de lágrimas. Fue tan real que parece que siento el sabor de su boca en la mía. Es increíble lo que puede hacer un sueño, es una realidad paralela, lo viví de cierta forma porque lo siento adentro como algo real. La besé y una angustia indescriptible se apoderó de mí. El darme cuenta que únicamente la puedo tener en un sueño me hace sentir perdida. No sé lo que siento, sólo puedo ponerme en pie y ducharme. El agua me ayuda, puedo pensar con claridad y todo duele menos.

Me voy acostumbrando a este lugar, ella hace que mi estadía sea como si yo perteneciera a este entorno hostil y lleno de prejuicios. Saber que la voy a ver caminando por ahí, con su sombrero, ver su cara, que decir que es hermosa es poco. Fernanda es perfecta. Las muecas que hace con su boca al hablar, la forma que mueve sus manos marcando cada término de frase retorciendo sus dedos.

Voy caminando y me repito una y otra vez, me convenzo que no puedo sentir nada por ella, pero la veo aparecer y todo mi lavado de cerebro cae en picada a la realidad. No puedo luchar contra esto. La veo acercarse, con las manos en los bolsillos de sus jeans ajustados.

- Hola señorita Mayte - me dice con un gesto cordial.

- Hola Fernanda ¿cuándo me vas a decir solo Mayte o me vas a tratar de tú?

Ríe y baja la mirada - Ya le dije que no me gusta la confianza a mí - me responde.

- Estoy haciendo unos informes y sacando muestras para llevarlas a la ciudad - le digo.

- ¿Cuándo va?

- En cuatro días más, ¿Quieres acompañarme? ¿Conoces ciudad de México? - le preguntó mientras caminamos.

- Si pues, conozco pero poquito. He ido dos veces. No me gusta nadita la capital pero yo la puedo acompañar si necesita.

- Si acompáñame - le respondo.

- ¿Va con su novia? - pregunta.

- Si, iré con ella porque se tiene que quedar allá por trabajo - pienso que estoy dando explicaciones.

- ¿Lo pasó bien anoche? Yo creo que ella está bien enamorada de usted oiga - me dice mirando al campo.

- ¿Tú crees? - Preguntó un poco nerviosa de lo que va a responder.

- Si es que usted es re linda, yo creó...- se queda en silencio, sin terminar lo que iba a decir.

- ¿Qué? - insisto.

Me mira- yo creó que cualquiera se puede enamorar de usted - quita la mirada.

- ¿Tú crees? ¿Cualquiera? - la miró pero ella sigue con su mirada en cualquier punto que no sean mis ojos.

- Si pues, eso creo - murmura.

Sonrío y sigo caminando. No me atrevo a seguir la conversación. Entramos en un maizal y pienso que sólo quisiera que ella se fijara en mí, pero me repito que es imposible. Cada una toma un camino diferente al llegar al camino de tierra. Me voy caminando, miró hacia atrás y la veo darse vuelta también. Me regala una sonrisa y sigue su camino. A ratos tengo la sensación de que no le soy indiferente, pero sacudo mi cabeza para entrar en razón y volver a la realidad. Ella está casada y no le gustan las mujeres, solo intenta ser cordial.

Pasan las horas, y el calor me tiene mal. Estoy muy sudada e incómoda. Pienso en ir a ducharme pero me arrepiento. Caminó hacia la laguna, llegó y no me atrevo a entrar al agua pero me siento en la orilla, esperando quizás a que llegue o simplemente para recordar ese momento, ese instante en el que estuvimos tan cerca, donde sentí por primera vez lo que se debe sentir cuando besas a una mujer que realmente te vuelve loca, algo que nunca he vivido.

Sabor A TiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora