🤍 Capitulo 37 🤍

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-Lamentó decirles que el señor Lainez no podrá volver a caminar. En el accidente automovilístico que tuvo el quedó prensado, haciendo que las piernas perdieran movilidad. Podrán verlo en unos 10 minutos.- todos nos quedamos en shock, agradecimos al doctor y el se marchó. Mi padre no podría caminar jamás, dependería de una silla de ruedas, necesitaría cuidados especiales y su vida no sería igual. Me senté lentamente en el sillón del hospital, totalmente distraída en mis pensamientos. Duramos en silencio unos minutos que para mi fueron solo segundos.

-Daila ¿quieres pasar a verlo?- me preguntó Mauro y yo asentí. Mientras caminábamos a la habitación de mi padre, Diego paso su brazo por mis hombros y me acercó a él, convirtiéndose en un abrazo.

Al llegar a la habitación donde estaba mi padre, Mauro abrió la puerta lentamente. Al verlo en esa camilla de hospital quise mostrarme fuerte, teníamos que darle seguridad a mi padre.

-Papá- lo llamó Mauro, llamando la atención de mi padre.

-Mau, hijos, que bueno que estén aquí.- el sonrió emocionado, ya que como el es de otro estado, hace mucho no lo veíamos.

Mauro le sonrió levemente y pasó a abrazarlo.

-¿Como te sientes?- le preguntó Diego después de que Mauro se separara del abrazo.

-Muy bien, aunque no siento el cuerpo.- Diego solo le sonrió triste.

-Se te va a pasar, papá.- Diego se movió hacia dónde estaba nuestro padre, haciendo que mi padre se percatara de mi, que estaba atrás de Diego y no me veía.

-Daila, princesa.- exclamo al verme, abriendo sus brazos para que le diera un abrazo. Yo no dije nada en todo este rato, solo estaba con la cabeza agachada, pero me acerqué a darle un abrazo. -Me da mucho gusto verte después de tanto tiempo.- me susurro al oído mientras yo contenía mis lágrimas. Tuve tantos sentimientos encontrados. Me sentí feliz de ver a mi papá otra vez, estoy preocupada, triste, enojada y con mucha nostalgia, pero también estoy dándole gracias al cielo de que mi padre esté vivo.

Me separé del abrazo y le sonreí. Mi padre se percató de mis lágrimas que aún sostenía en los ojos.

-Dai, ¿por que lloras, hija?- yo negué.

-Por nada, papá. Estoy feliz de volverte a ver.- el sonrió.

La habitación se quedó en silencio, mis hermanos y yo no sabíamos como decirle a nuestro padre que no podría caminar nunca más.

Mauro y Diego parecieron tener una conversación, después decidieron hablar.

-Papá.- lo llamó Mauro, llamando la atención de mi padre.

-¿Si?-

-Necesitamos.- se quedó en silencio. -decirte algo. Te necesitamos fuerte para esto.- mi padre asintió esperando aquello que Mauro le diría.

Una parte de mi quería detenerlo, decirles que lo habláramos después, pero otra parte de mi sabía que teníamos que hablarlo, que tarde o temprano tendría que saberlo.

Diego movía su pierna nervioso, yo mis manos y Mauro estaba seguro de si mismo, siempre ha sido así. Mauro es alguien maduro desde que tengo memoria.

-Papá, a consecuencia del accidente no podrás caminar nunca más.- mi papá se quedó en shock y tardó unos segundos en responder.

-Entiendo.- dijo serio y ahora hablo Diego.

-Te cuidaremos, estaremos contigo en todo momento, no te dejaremos solo, te lo juro.-

Yo no decía nada, las palabras no salían de mi boca, simplemente no podía, solo veía todo lo que pasaba.

-Muchas gracias por eso, hijo. Y no me desanimaré por eso, estoy agradecido de estar con vida.- el nos sonrió y yo sonreí al escuchar eso.

-Si papá, Mauro y Diego pedirán unos días de descanso. Yo por otro lado continuaré mis clases virtuales acá en Ciudad de México.- mi padre sonrió y todos nos paramos para darle un abrazo.

Narra Sebastián:

Lleve a Daila al aeropuerto y me regrese a la cafetería con los chicos, los cuales estaban confundidos.

-¿Paso algo?- preguntó Tati y yo asentí.

-Su padre biológico está en el hospital.- todos se sorprendieron.

-¿Su padre biológico no fue quien- Marcelo iba a hablar pero yo negué.

-El que le hizo eso fue su padrastro. Su padre biológico vive en otro estado solo que tuvo el accidente en Ciudad de México.- todos asintieron entendiendo y yo me despedí.

-Tengo que hacer unas cosas. Nos vemos luego.- me despedí dándoles una sonrisa y me dirigí a mi casa, preocupado y pensando como la estará pasando Daila.

Narra Daila:

-Yo cuidare de mi padre.- hablo Mauro y yo fruncí el ceño molesta.

-¿Estás loco? Ustedes son PROFESIONALES. Faltar a su trabajo no es cualquier cosa, los pueden despedir!.- discutíamos en la sala de espera. Todos  nos veían como si estuviéramos dementes por los gritos, pero me preocupa mucho su profesión.

-¿Estas loca tu? Eres universitaria, Dagmar. Estas a nada de graduarte, tienes entrenamientos de basquetbol, en ciertos meses cuidas de Salomé y muchas más cosas. No lo harás!- me grito directamente a la cara mi hermano mayor. Iba a contestar pero Diego nos detuvo.

-Mi padre no es un niño pequeño. Solo necesitara unas semanas en lo que se acostumbra, el es capaz de vivir solo siempre y cuando nosotros ayudemos con los gastos para una casa donde se le faciliten las actividades diarias. Una casa sin escaleras, sin lugares altos y de más. Daila puede quedarse con el unas semanas.- Mauro negó con la cabeza y Diego lo tomo del hombro.

-Es lo mejor que podemos hacer. Daila por ahora no tiene proyectos teatrales o campañas, solo la universidad y puede tomar clases presenciales y virtuales, aparte ella se está proponiendo.- lo regaño mientras lo miraba molesto. -no tienes problema ¿cierto Daila?- yo asentí.

-En lo absoluto.-

Mauro tomó su mochila apuntó de irse.

-Daila, quiero hablar a solas contigo.- yo asentí y salí junto a él del hospital. -Sigo pensando que no puedes hacerlo.-

-No confías en mi.- afirmé, cruzando los brazos molesta.

-No lo hago, ni si quiera se si estas bien emocionalmente.- yo asentí.

-Si lo estoy! Mejore mucho desde que estaba en Ciudad de México, y tu lo has visto, es imposible que digas algo así.- fruncí el ceño y el negó.

-Te confiare a mi padre 2 semanas, 2!.- me señaló. -Si resulta herido o con dificultades me lo llevaré yo y jamás en mi vida volveré a confiar en tu palabra.- Bueno, después de tan solo una hora volví a mantener la misma relación con mi hermano, sabia que no duraría mucho. Sin dejarme responder se fue de ahí. Yo trague saliva, gruñí molesta y entre de nuevo al hospital.

-¿Estas bien?- me pregunto Diego confundido.

-¿Bien? ¿¡Bien!?- le grite molesta. -No, Diego, no lo estoy! Estoy harta de que nadie confíe en mi. Es mi padre! ¿Por que lo dañaría?.- le dije alterada y el me tomo de los hombros.

-Dai, tranquilízate. Yo confío en ti, se que lo harás genial y que mi padre estará bien esas semanas contigo, porque tu eres genial, eres una de las personas en las que más confío.- me sonrio haciendo que yo me calmara. Me incline para darle un abrazo.

-Lo siento por gritarte, no se que me pasa.- me disculpe desanimada y Diego soltó una risita.

-Lo que pasa es que eres una enojona.- rio y yo fingí indignarme.

-Si yo soy una enojona entonces tú eres un mandón.- los dos reímos y nos separamos del abrazo.

Tan hermosa como una flor || Sebastián Córdova || Donde viven las historias. Descúbrelo ahora