Capítulo XV

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Desvíe mi mirada de Kenjaku tomando el último sorbo de mi bebida. Aún no tenía suficiente alcohol en el cuerpo para sentirme mareada. Miré a Mahito que demostraba felicidad en su rostro mientras conversaba con otros conocidos.

(TN): Mi amo..necesito ir al baño

Mahito: No te demores demasiado.

(TN): Está bien mi amo.

Arregle mi vestido antes de bajarme de sus piernas y caminé en dirección rápida a los baños. Unos hombres de la barra me piropeaban al pasar, uno de ellos de voz ronca y una cicatriz en la boca dijo:

Mataría por tener esas piernas en mis hombros..

Bajé la mirada un poco nerviosa y sonrojada entrando a los baños de chicas. Arregle un poco mi cabello y mi maquillaje mientras estaba ahí. Al salir, busqué por todos lados a Mahito. Ya no se encontraba en la barra. Sentí que alguien me tomaba por la cintura y de un salto emití un grito ahogado.

Mahito: Oh ¿te asusté? —risa—

Mahito estaba muy bebido a esas horas de la noche, su comportamiento a veces errático y su aliento a alcohol era un poco molesto.

Mahito: ¿Estás soltera preciosa? ¡Ven te invito un trago! —dándome una nalgada—

(TN): ¡Mi amo por favor! —sonrojada— Ya se encuentra muy tomado. ¿Qué tal si nos vamos a casa?

Mahito: ¡Tonterías! La noche recién empieza.

Tomó mi brazo y me llevó a la barra pidiendo una botella de whisky y dos vasos para ambos. Me sirvió mi vaso y luego con dificultad se sirvió el suyo. El se sentó frente a mí y mientras tomaba acariciaba mis piernas. Sus dedos comenzaban a levantar mi vestido y todo esto lo hacía frente a Kenjaku que, no quitaba la mirada de nosotros mientras seguía tomando de la botella.

Mahito: ¿Sabes? Kenjaku era mi amigo...¡no! Era mi hermano. Y desde que llegaste a nuestras vidas todo eso ya no existe.

(TN): ¿A...que se refiere con eso mi amo?

Mahito: Digo que —tomando un sorbo— he aprendido a que no puedo confiar en nadie.

(TN): Yo lo amo mi amo. Usted sí puede confiar en mí.

Mahito me miraba y se tambaleaba mientras lo hacía. No dijo nada más y siguió sirviéndose alcohol. Kenjaku en cambio comenzó a armar un gran escándalo en la mesa de billar. Golpeó a tres hombres y quebró una botella en la cabeza de un cuarto. Alguien dijo que los vecinos habían escuchado el alboroto y que habían llamado a la policía. El lugar de pronto comenzó a vaciarse y ya sólo quedábamos los tres en el bar. Kenjaku estaba en un sillón semi acostado con una mano tapándose la cara.

(TN): Mi amo. Escuchó a los demás. Debemos irnos.

Mahito: ¡Yo te diré cuando debemos irnos! —dijo borracho—

Me subió a sus hombros y en dirección a la mesa de billar me dejó acostada afirmando mis manos sobre mi cabeza. Sus ojos estaban fijos en los míos mientras que su mano libre iba bajando por mi pecho.

(TN): ¡Mi amo ¿Qué es lo que..

Sus labios tocaron los míos para dar comienzo a un beso bastante caliente. Kenjaku despertando de su borrachera se levantó en dirección a nosotros, golpeó en la cara a Mahito y este le respondió con otro golpe.

(TN): ¡Paren ya! —grité—

Kenjaku: Ella es mía ¡no la toques!

Mahito: ¡Yo soy su dueño malnacido!

Kenjaku: Eso no es verdad. He follado con (TN) más de una vez. Incluso en tu colchón.

(TN): ¿¡QUÉ?! Eso...eso no es verdad! —mintiendo—

Ambos estaban tan borrachos que dudo mucho que recordaran algo así más tarde. Eso espero. Mahito se abalanzó sobre mí en la mesa de billar y comenzó a bajarse los pantalones.

(TN): ¡¿Mi amo qué está haciendo?! ¡Este no es el momento!

Mahito: Le demostraré a este hijo de puta quién es el que manda.

Su miembro no entraba por sí sólo en mi intimidad ya que Mahito había estado tomando demasiado como para tener buen pulso. Su mano derecha tomó su miembro y lo introdujo en mi de un sólo movimiento. Mi boca esbozo un gemido que hizo que Kenjaku hirviera de celos. Mahito estaba follandome en la presencia del que fue su mejor amigo y éste no se quedó atrás. Debajo de su kimono largo pude ver su erección frente a mí boca. Comencé a gritarle a Mahito pero entre la borrachera y lo caliente que se encontraba entre mis piernas no logro escucharme. Kenjaku deslizaba su miembro grueso y venoso por mi boca empujándolo dentro de mi cavidad oral. Coloque mis ojos en blanco ante tal espectáculo, ambos estaban dentro de mí en esa mesa de billar.

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