Mientras el grim reaper contemplaba el horizonte, sabía que cada puesta de sol no solo marcaba el fin de un día, sino también el comienzo de una nueva misión para él.
No obstante, su última misión no estaba transcurriendo como esperaba.
«¿Cuándo volveremos a la tienda de antigüedades?».
Su reflexión fue interrumpida, como solía ocurrir, por su antigua compañera: su guadaña. A lo largo de los siglos, había intentado sin éxito romper el vínculo que les permitía comunicarse a través del pensamiento, y descubrió que era imposible.
«No lo sé», pensó él.
«La última visita fue un completo desastre, y la propietaria ni siquiera se inmutó ante tu presencia. ¡Tú, el Vigía de la Muerte! ¡El regente de la oscuridad! ¡Tú, uno de los primeros en atravesar las sombras! ¡Y ella ni pestañeó!».
Esta vez, el recolector optó por el silencio.
«¿Tal vez te viste débil sin mí? —reflexionó ella—. Por eso creo que deberíamos regresar pronto y exponerme. Después de todo, no podrías completar tu trabajo sin mí».
Había muy pocas emociones que él podía reconocer, dado que no poseía emociones propias. Sin embargo, había aprendido a identificar la vanidad de su compañera, quien siempre mantenía una alta opinión sobre sí misma y tendía a jactarse de su importancia.
«¿O quizás si no fueras tan gruñón? —planteó ella—. Quizá ella nos habría ayudado entonces».
«No soy gruñón».
«Sigue engañándote a ti mismo —se burló ella—. Puedes negarlo tanto como quieras, pero sientes más de lo que estás dispuesto a admitir. ¿Cuándo dejarás de resistirte al cambio?».
Y con eso, la conversación llegó a su fin.
«El cambio», había mencionado su compañera.
A lo largo de las últimas décadas, él, un ser que había transitado por los senderos de la existencia desde tiempos inmemoriales, observó con una perspicacia única cómo se creaba una brecha entre el orden establecido por el Concilio Superior junto al eterno Custodio del Tránsito.
Los recolectores de la vieja escuela, envueltos en sombras etéreas y ataviados con vestiduras de una solemnidad imperecedera, desprovistos de nombres y emociones, armados únicamente con su guadaña, se adherían con una determinación férrea a las tradiciones ancestrales. Guiaban a las almas con una solemnidad y un respeto inquebrantables, manteniendo siempre la vista fija en el legado de tiempos pasados. En contraposición, los recolectores modernos, tomando formas humanas y adoptando vestimentas contemporáneas sin el acompañamiento de guadañas, exhibían un lenguaje menos formal y una actitud impregnada de emociones tangibles.
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Manual contra amores inmortales [TERMINADA]
Lãng mạn¿Quién dijo que el amor y la muerte no pueden ser divertidos? Bienvenidos a la tienda de antigüedades de Sydonie Acheron, un lugar mágico donde los objetos esconden un alma... o dos. Allí, su vida dará un giro inesperado cuando Ronan, un gruñón grim...