—¡Maldición! Olvidé completamente que la cena es hoy, y ya es tarde.
Ronan, sorprendido y ligeramente curioso, inclinó la cabeza.
—¿Qué pasa?
Sydonie lo miró, su expresión era de puro pánico.
—Me perdí con todo lo de Ewan y Charlotte, pero tengo un compromiso muy importante esta noche y ni siquiera sé qué ponerme.
—Son las 8:00 p.m. —Ronan consultó la hora en el reloj de una iglesia cercana con su serenidad característica—. ¿Necesitas ir a algún lado en específico?
—No entiendes, ya debería estar en Soho. Iris y Brodie no me lo perdonarán.
Ronan se quedó en silencio, sumido en la confusión. No entendía a qué se refería Sydonie, adónde tenían que ir, quiénes eran Iris y Brodie, ni por qué estarían tan molestos.
Entonces, Sydonie le propuso algo que lo dejó aún más perplejo.
—¿Quieres venir a cenar conmigo?
Se quedaron callados por un momento.
Ronan no pudo determinar qué fue lo que lo convenció. Tal vez fue el evidente nerviosismo de Sydonie o la preocupación en su mirada. Pero sin entender del todo la situación, asintió. De inmediato, se encontraron volviendo al hotel para dejar la caja musical segura con Ewan, antes de dirigirse a través de las bulliciosas calles de Camden. Llegaron a una tienda de ropa vintage que Sydonie conocía bien, afirmó que era de una amiga de su abuelo.
—¡Busca algo decente para una cena formal! —exclamó, desapareciendo entre las prendas de la tienda.
¿Decente? ¿Formal? Ronan estaba desorientado.
Inmóvil cerca de la entrada, aturdido y cansado por la caminata hasta allí, compartió una larga mirada con la encargada, una anciana vestida con un estilo que mezclaba lo antiguo y lo moderno, que se hallaba sentada detrás del mostrador junto a dos gatos siameses.
—¿Primera vez en una cena formal? —preguntó la mujer, acomodando los lentes sobre su nariz.
Ronan se limitó a asentir. La anciana sonrió, acarició suavemente a uno de sus gatos y dejó su puesto.
—Permíteme ayudarte, guapo. Durante más de cuarenta años vestí a mi esposo, así que estás en buenas manos. Llámame Matty.
Ronan seguía a Matty a través de la tienda de ropa vintage, donde los colores y texturas de las prendas colgadas en perchas y amontonadas en cajas contaban historias de décadas pasadas. La tienda era un laberinto de vestidos de seda y terciopelo y trajes de hombres con cortes limpios, todos iluminados por lámparas colgantes que arrojaban una luz cálida y suave.
Inundado por fragancias de madera y musgo, Ronan se veía atrapado en una nostalgia por un tiempo que nunca había vivido. Mientras Matty se movía con un propósito claro, seleccionando piezas con confianza, Ronan se dejaba guiar, esperanzado en encontrar algo adecuado para la enigmática cena a la que había sido inesperadamente invitado.
—¿Cómo te queda el traje? —preguntó Matty desde afuera del probador.
Ronan guardó silencio, sin estar seguro. Hace una hora había estado en medio de una misión para ayudar a Ewan y ahora se probaba ropa seleccionada por esta mujer experta. Pero vestido ya con el traje, dudaba de su propia opinión.
—Ven, déjame ver —lo animó.
Con paso inseguro, se aproximó al espejo. Su cabello negro estaba peinado hacia atrás, revelando una frente amplia y unas cejas bien definidas que enmarcaban su mirada. El traje, completamento oscuro, acentuaba su tez y dotaba a sus ojos azules de una chispa especial.
El corte del traje ajustaba su figura con una precisión que rozaba la magia, haciéndole sentir extraño pero innegablemente elegante. El tejido rozaba su piel con una suavidad agradable y nueva para él.
Matty le indicó que girara para apreciarlo mejor.
—Como si estuvieras destinado a llevarlo —declaró ella, mezclando satisfacción y orgullo—. Es el traje perfecto para ti.
Ante el espejo, Ronan, que en otro tiempo se había vestido solo de sombras, examinaba su reflejo, sintiendo una mezcla de extrañeza y una insólita sensación de pertenencia.
—¡Parece que voy a quedar opacada a tu lado!
La voz de Sydonie le llegó desde lejos. Cuando salió del probador, el mundo alrededor de Ronan se detuvo momentáneamente. Ella lucía un vestido de noche que parecía cosido con hilos de un cielo estrellado, en tonos de azul oscuro que jugaban con la luz en matices de medianoche y negro intenso. El vestido se adhería con delicadeza a su silueta, dejándole los hombros al descubierto y marcándole la cintura antes de caer libremente, con un dobladillo que ondeaba cerca de los tobillos.
Su cabello caía en suaves ondas, complementado por unos pendientes y un collar que realzaban su apariencia sin eclipsar sus ojos, que ahora se encontraban con los de Ronan.
—¿Qué opinas? —inquirió Sydonie.
Ronan finalmente encontró las palabras, y expresó con sincera admiración:
—Deslumbrante. Como si te hubieras envuelto en el cielo nocturno.
Un silencio lleno de expectativa los rodeó hasta que Sydonie, sonriendo, lo señaló con el dedo.
—Van dos —dijo mirándolo con complicidad, como si entre ellos fluyera un entendimiento único, un secreto.
Ronan la observó, confundido por sus palabras. Antes de que pudiera preguntar, Matty interrumpió con una sonrisa:
—Dicen que los caballeros ya no existen, pero parece que has encontrado a uno verdadero.
Sydonie rio, acercándose a Matty con afecto y colocando un brazo alrededor de sus hombros. Ronan notó entonces la familiaridad que unía a las dos mujeres.
—Tienes razón, Matty —dijo Sydonie, y su mirada se volvió hacia Ronan. Él sintió un peso en esa mirada—. Él es realmente especial.
En ese instante, Ronan experimentó un cambio inesperado: un latido acelerado y fuerte en el pecho, algo que nunca había sentido con tal intensidad. Su mano se deslizó hacia su corazón, sorprendido por la fuerza de esos latidos. La sensación era tan intensa que casi le cortaba la respiración. ¿Era preocupación? ¿Enojo? ¿Miedo? Se preguntaba si acaso había algo mal con su corazón.
—Gracias por todo, Matty —agradeció Sydonie mientras se ocupaba del pago—. Realmente nos has salvado esta noche.
—Siempre es un placer, querida. Que disfruten la velada —respondió la mujer, con cariño.
Cuando Ronan se acercó para expresar su inquietud sobre el extraño comportamiento de su corazón, Sydonie lo tomó del brazo, guiándolo con premura fuera de la tienda.
—¿Adónde vamos ahora? —preguntó él, su preocupación temporalmente olvidada.
Sydonie parecía pensativa.
—Es un poco difícil de explicar, pero considéralo una lección de interacción social.
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Manual contra amores inmortales [TERMINADA]
Romance¿Quién dijo que el amor y la muerte no pueden ser divertidos? Bienvenidos a la tienda de antigüedades de Sydonie Acheron, un lugar mágico donde los objetos esconden un alma... o dos. Allí, su vida dará un giro inesperado cuando Ronan, un gruñón grim...