Capítulo 50

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Sydonie tenía que admitir que su familia siempre había tenido razón, era un imán para los problemas

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Sydonie tenía que admitir que su familia siempre había tenido razón, era un imán para los problemas. Siempre le recordaban que no debía romper las reglas ni inmiscuirse en asuntos ajenos, lo cual le parecía molesto, dada su actitud impetuosa y precipitada. Sin embargo, si hubiera escuchado aunque fuera un poco, quizás no estaría ahora frente a un tribunal, dirigido por el mismísimo Consejo Superior de la Muerte, siendo juzgada.

Llegar hasta allí había sido un proceso extraño, como quedarse dormida y despertar en otro mundo, en otra dimensión, un santuario místico que Ronan había llamado «La Fortaleza de las Brumas».

Sydonie se sentía diminuta ante la grandiosidad de la habitación en la cúpula de la torre central. Las paredes, de mármol oscuro con vetas plateadas, parecían danzar bajo la luz tenue y etérea. Altos pilares de ónix sostenían un techo que imitaba el cielo nocturno, incrustado con cristales que simulaban estrellas. Este techo se arqueaba muy por encima, perdido en sombras y brumas que se movían con lentitud, como si estuvieran vivas. En el centro de la habitación, un piso de cristal reflejaba la luz creando un espectro de colores que contrastaba con la sobriedad del mármol. Bajo este suelo translúcido, se veían nubes en movimiento y daban la impresión de estar suspendidos en el cielo.

Frente a Sydonie, el Consejo Superior de la Muerte se erguía sobre un estrado elevado de mármol negro curvo, incrustado con símbolos antiguos y místicos. Los miembros del Consejo estaban envueltos en túnicas largas y fluidas que jugaban con la luz, dotándolos de un aspecto majestuoso y temible. La mitad de sus miembros presentaba una apariencia física, humana, sin guadañas, y ofreciendo un semblante más comprensible. Sus rostros estaban velados por una leve bruma que les confería un aire de misterio y autoridad indiscutible.

La otra mitad del Consejo, en formas espectrales, llevaba capuchas desde las cuales se asomaban guadañas, símbolos de su dominio sobre la muerte. Estas presencias etéreas fluctuaban constantemente, de manera sobrenatural y misteriosa.

Detrás del Consejo, un enorme tapiz mostraba su símbolo: una balanza sostenida por dos guadañas cruzadas, todo dentro de un círculo que simbolizaba el ciclo eterno de la vida y la muerte.

La atmósfera estaba cargada de una energía que Sydonie nunca había experimentado, cada susurro de su vestido y cada respiración se amplificaban en el silencio expectante. El aire estaba impregnado de una fragancia que recordaba al incienso, pero con un matiz evocador de bosques antiguos y tierras inexploradas.

De pie en el centro de la habitación, sentía la mirada penetrante del Consejo sobre ella. Este momento era crucial no solo para su destino, sino también para el de aquellos a los que había llegado a querer y por los que había luchado. Aunque la idea de ser juzgada por entidades tan poderosas era aterradora, algo dentro de ella se negaba a mostrar miedo. Después de todo, era Sydonie Acheron, y si algo había aprendido en su impredecible vida, era enfrentarse a lo imposible con la cabeza en alto.

Alguien se aclaró la garganta y Sydonie dirigió su atención al frente al advertir que había estado distraída mientras esperaba que comenzara el juicio.

Manual contra amores inmortales [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora