«—¿Vas a seguir pensando en ese beso?» —la voz de Morrigan se coló en los pensamientos de Ronan mientras observaba el mar desde un acantilado. El viento, fuerte, agitaba su cabello y ropa.
«—No te entrometas» —replicó.
«—Es difícil, cuando es todo en lo que piensas».
«—No es así».
«—Sí lo es. Ayer convocaron a los mejores recolectores para hablar del cazador de almas, pero tú estás con Sydonie en la mente».
No lo admitiría, pero Morrigan tenía razón. El recuerdo del beso, un eco dulce y confuso, persistía.
Desde que lo sorprendió en la pista de baile, ese beso se había convertido en un misterio que lo invitaba a reflexionar. A lo largo de su existencia, había sido testigo de incontables besos, siempre desde la distancia, y nunca había tenido interés ni había imaginado ser partícipe de uno. Consideraba los besos meras cortesías humanas, desprovistas de significado para alguien de su naturaleza. Pero el beso de Sydonie alteró su opinión, desatando una sensación de sorpresa y placer desconocidos hasta entonces.
Ronan se preguntaba por qué Sydonie lo había besado. Acostumbrado a la lógica y la certeza, no podía dejar de analizar ese breve momento, intentando descifrar sus propios sentimientos al respecto. La curiosidad lo consumía, y deseaba haber permanecido allí para explorar esas preguntas. Se preguntaba qué habría sucedido si no se hubiera marchado tan abruptamente. ¿Habrían hablado sobre ello? ¿Habría habido más besos, más descubrimientos? Era inesperado, pero era una posibilidad que, sorprendentemente, no encontraba desagradable.
La experiencia había sacudido su comprensión del mundo humano, pero el recuerdo del beso permanecía en su mente como un punto de luz en su existencia de sombras. Ronan se encontraba en un territorio desconocido, lleno de emociones y sensaciones que nunca había considerado explorar. Una parte de él anhelaba entender más sobre lo que había sucedido y sobre lo que Sydonie significaba para él. Mientras otra parte, la más racional, le decía que olvidara todo el asunto y no se involucrara.
Con un suspiro, fijó su vista en el horizonte, donde el mar y el cielo se encontraban en un abrazo tumultuoso. Las olas, en su furia, parecían querer alcanzarlo en su solitaria cumbre. Su ubicación era incierta; en momentos de desasosiego, solía refugiarse en recuerdos de lugares pasados, cuyos nombres escapaban de su memoria. No obstante, una certeza lo acompañaba: el crepúsculo avanzaba y, pronto, el anochecer caería sobre el acantilado.
—Has decidido mantener esa apariencia, ¿no es así?
La voz inesperada de Thane, detrás de Ronan, lo sobresaltó, aunque se relajó al reconocerla. Thane tenía un don para encontrarlo, sin importar el lugar.
Se aproximó con elegancia sobre el césped salvaje del acantilado, envuelto en sombras que tejían un halo de misterio y antigüedad a su alrededor. Su guadaña, siempre brillante y a su lado, agitaba el amuleto de triskelion, un recordatorio constante de su eterna labor.
—Causaste revuelo ayer al aparecer así —señaló Thane.
Ronan se volvió hacia el mar, recordando la reunión con otros recolectores. La sorpresa y el murmullo entre ellos estaban vívidos en su memoria. Los recolectores modernos lo habían mirado con desconfianza, los antiguos, con indiferencia. Su apariencia humana había desatado rumores.
—No puedo culparlos —admitió Thane, uniéndose a la contemplación del mar—. Nadie esperaba que tú, de los más antiguos, aceptaras el cambio. ¿Qué se siente la humanidad?
—Diferente. Cálida. Intrigante —contestó Ronan, la palabra «peligrosa» y la imagen de Sydonie sonriendo resonaban en su mente.
—Eso es bueno.
—¿Lo es? ¿Es normal esta curiosidad? ¿Es bueno..., incluso si rompe las reglas? —inquirió Ronan, su voz cargada de duda.
Un silencio reflexivo los envolvió antes de que Thane prosiguiera.
—¿Te preocupa romper reglas? ¿Por eso estás aquí?
Ronan guardó silencio.
—¿Sabes, Ronan? No veo nada malo en querer vivir a plenitud. Vivir más te permite comprender mejor a las almas que guías, entender la pérdida. Además, romper algunas reglas no es el fin del mundo —Thane sonrió levemente—. Has sido un recolector ejemplar. ¿El peor escenario? Ninguno. Mientras continúes con tu labor, no habrá consecuencias graves. Eso es lo que realmente importa para ti, ¿no?
Ronan consideró sus palabras y halló consuelo en ellas.
—¿Y tú? ¿Cómo fue para ti aceptar el cambio?
La voz de Thane vaciló ligeramente, un destello de vulnerabilidad apenas perceptible en su tono usualmente firme. —Como impulsor de la idea, fui uno de los primeros en experimentarlo y te puedo decir que fue tan atemorizante como intrigante —admitió—. Me mezclé con la gente hasta sentirme parte de ellos. Viví muchas de sus experiencias humanas de primera mano y conocí a todo tipo de personas.
—¿Y qué aprendiste? —La pregunta de Ronan surgió suave, cargada de curiosidad genuina.
—Que las personas no son ni buenas ni malas. Ninguna es perfecta. Todas son antihéroes. Y eso las hace poderosas. Cautivadoras.
Una pausa pesada se interpuso entre ellos, el sonido del mar rompiendo suavemente en la distancia llenaba el vacío mientras Ronan procesaba sus palabras.
—¿Conociste a alguien... especial? —La vacilación en su voz hizo que Thane levantara la mirada, sus ojos oscuros reflejando un tumulto interno.
Hubo una larga pausa que pareció extenderse, tensa y cargada de un pasado no dicho. Thane pareció luchar con sus pensamientos antes de responder.
—Una vez conocí a alguien inusual, pero no es importante. Ya no está.
—¿Ya no está? —Ronan sintió cómo la tensión crecía, un frío sutil se deslizaba entre ellos.
—Las personas son frágiles, Ronan, vienen y van. Y no hay nada que podamos hacer.
Ronan abrió la boca, a punto de hacer otra pregunta, pero luego se detuvo. Algo en la declaración de Thane lo inquietaba, y un silencio tenso cayó sobre ellos, cargado de secretos no revelados y verdades a medias.
—Tú has tenido suerte —añadió Thane repentinamente, cambiando de tema como para disipar la pesadez del aire.
—¿Suerte? —Ronan estaba confundido.
—Encontraste a alguien que te muestra el mundo —explicó Thane—. Aunque la soledad también enseña. He aprendido mucho sobre la humanidad en silencio y en soledad.
»Lo importante es que ambos vivimos, experimentando de maneras distintas sin sentirnos culpables. Piensa de esta forma: con capucha y guadaña, eres el Vigía de la Muerte, pero en esta forma, puedes ayudar a las almas y ser simplemente un hombre, alguien que pertenece y, quizás, le pertenece a alguien.
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Manual contra amores inmortales [TERMINADA]
Romance¿Quién dijo que el amor y la muerte no pueden ser divertidos? Bienvenidos a la tienda de antigüedades de Sydonie Acheron, un lugar mágico donde los objetos esconden un alma... o dos. Allí, su vida dará un giro inesperado cuando Ronan, un gruñón grim...