—¡Santa Guacamole!
Contuvo una maldición al darse la vuelta y encontrarse con Ronan, que apareció de repente en su sala.
—¡Dios! —exclamó, llevándose una mano al pecho—. Soy demasiado joven para morir de un susto. ¿No podrías tocar una campana o algo por el estilo?
Ronan permaneció callado, inclinando su cabeza ligeramente, y Sydonie notó cómo el agua le caía del cabello y el rostro; estaba empapado.
—Pero ¿qué te sucedió?
—La lluvia... me causó curiosidad —respondió él, temblando de frío.
Sydonie frunció el ceño.
—¿Acaso no sabes que la curiosidad mató al gato? —le reprochó, aunque aliviada de verlo y, a la vez, molesta—. Podrías enfermarte.
Actuó con rapidez, esquivando los restos de la taza rota. Tomó una manta del sofá y la envolvió alrededor de Ronan. Luego, fue por una toalla y comenzó a secarlo, una tarea complicada por la diferencia de altura entre ambos.
—Inclina la cabeza —ordenó.
Ronan obedeció y ella se dedicó a secarle el cabello con empeño mientras continuaba regañándolo.
—Es muy irresponsable por tu parte desaparecer así —Ahora le secaba el rostro—. Luego vuelves de improviso, me asustas, ensucias mi piso... y...
Sydonie perdió el hilo de sus palabras al encontrarse tan cerca de él, tan cerca que podía ver su reflejo en los ojos de Ronan. Sus dedos, casi por instinto, rozaron su rostro, y encontró su piel sorprendentemente cálida y suave. El aire se llenó de sus respiraciones compartidas, y él la miró con una intensidad que le aceleraba el pulso.
—¿Sydonie?
«¡Oh no!»
—¡Hazlo tú mismo! —soltó, arrojando la toalla sobre su cabeza para cubrir su cara.
Sydonie, abrumada por la situación, se apartó rápidamente y comenzó a golpearse las mejillas, intentando recuperar su compostura. «¡Todo es culpa de ese estúpido, misterioso y atractivo rostro!», pensó. Se recordó a sí misma que ya no era una adolescente susceptible; era una mujer adulta, capaz de controlar sus reacciones. Sin embargo, no podía negar que la cercanía e inesperada calidez de Ronan la habían tomado por sorpresa.
—Espera aquí, te traeré ropa seca. Debes ser de la misma talla de mis hermanos.
Sydonie se apresuró al cuarto de lavandería, buscando en los armarios algo de ropa seca para Ronan. Recordando las prendas que sus hermanos solían dejar olvidadas en sus visitas, halló una cesta llena de ropa y eligió algunas piezas que consideró apropiadas.
Al volver a la sala, encontró a Ronan esperándola; su cabello ya seco caía en un desorden encantador, un estilo que a Sydonie nunca le había atraído. Y no, no le gustaba. Con un esfuerzo, le extendió la ropa y, sin decir nada, se apartó, manteniendo distancia.
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Manual contra amores inmortales [TERMINADA]
Romance¿Quién dijo que el amor y la muerte no pueden ser divertidos? Bienvenidos a la tienda de antigüedades de Sydonie Acheron, un lugar mágico donde los objetos esconden un alma... o dos. Allí, su vida dará un giro inesperado cuando Ronan, un gruñón grim...