«Qué lugar tan hermoso y pacífico».
Desde su asiento junto a una mesa de metal blanco, Sydonie admiraba el amplio jardín que se extendía ante ella. Atardecía en Londres, y los últimos rayos del sol teñían de dorado el paisaje. Árboles florecidos que adornaban el jardín con un estallido de colores contrastaban, vibrantes, contra el verde intenso de la hierba.
Las flores, en tonalidades de rosa suave y púrpura intenso, exhalaban un perfume delicado y refrescante. Los árboles, majestuosos y llenos de gracia, brindaban sombra, creando un oasis de privacidad y tranquilidad. El cuidado meticuloso del jardín era evidente en los senderos de grava que se entrecruzaban, guiando a rincones secretos ideales para la reflexión o la lectura.
En este entorno, Sydonie se sentía plena, inmersa en la belleza natural y la arquitectura clásica de la casa georgiana ante ella, imponente con su simetría y ventanas ornamentadas. Desde su posición, la armonía del lugar era palpable y ofrecía un refugio de paz en el corazón de la ciudad bulliciosa, donde el tiempo parecía suspenderse.
—La señora Winters se reunirá con usted en unos minutos, señorita Acheron —anunció Margaret, la ama de llaves, con calidez, mientras vertía té de una elegante tetera.
—Gracias.
Tras una sonrisa, Margaret se retiró, dejando a Sydonie sola de nuevo en la serenidad del jardín. Con la caja musical en su regazo, tomó un sorbo de té inglés, perdida en sus pensamientos. Recordaba la prisa con la que había tenido que despedirse de Iris tras recibir una llamada de Charlotte, dejar el enigmático xilófono en el hotel y tomar la caja musical para esta reunión.
Sentada, Sydonie reflexionaba sobre Ewan, cuyo espíritu percibía inquieto. Aunque no le había mencionado este encuentro, sentía como si él intuyera que algo significativo estaba por ocurrir. Con delicadeza, acarició el paquete que envolvía la caja musical, buscando transmitir tranquilidad a través de su tacto.
—Todo estará bien —prometió.
Tal como Margaret había anunciado, minutos después apareció una figura en el jardín que captó la atención de Sydonie de inmediato. Charlotte Winters, con sus cincuenta y tantos años, desprendía una elegancia única que se fundía con su aura de riqueza. Su cabello, que quizás fue oscuro en su juventud, ahora se mostraba en un distinguido tono plateado. Los ojos marrones de Charlotte, cálidos e inteligentes, se veían realzados por líneas de expresión que dibujaban un rostro donde el paso del tiempo se unía en armonía con un maquillaje perfecto. Vestía con una extravagancia mesurada, en prendas modernas salpicadas con reminiscencias de estilos pasados, y sus joyas, aunque audaces, exudaban elegancia. A pesar de su presencia imponente, la calidez de su sonrisa y la amabilidad de su expresión la hacían instantáneamente accesible y querida.
—Ah, tienes los ojos de tu abuelo, Sydonie Acheron —dijo Charlotte al saludarla, haciendo notar la familiaridad con la que lo recordaba.
Sydonie se mostró ligeramente sorprendida al principio, pero recordó entonces que Charlotte había sido una asidua clienta de su abuelo y la destinataria prometida de la caja musical. Claramente, ella lo había conocido bien.
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Manual contra amores inmortales [TERMINADA]
Romance¿Quién dijo que el amor y la muerte no pueden ser divertidos? Bienvenidos a la tienda de antigüedades de Sydonie Acheron, un lugar mágico donde los objetos esconden un alma... o dos. Allí, su vida dará un giro inesperado cuando Ronan, un gruñón grim...