—¡Sydonie, ya volvimos!
Sydonie levantó la mirada al mismo tiempo que Elara y su abuelo entraban en la tienda. Rápidamente, salió de detrás del mostrador y abrazó a la niña que se lanzó a sus brazos. Acarició con cariño su cabello mientras sonreía.
—¿Nos extrañaste?
—Por supuesto. ¡Mira qué grande estás! Y muy hermosa.
Elara sonrió y giró su vestido azul con flores al tiempo que mostraba sus zapatos blancos a juego. Sydonie realmente la había extrañado. Iain y Elara habían ido a visitar a Juliet, la nieta mayor del anciano, a Manchester hacía un mes, por lo que Sydonie se había quedado solo en compañía de Lumus y las almas de la tienda. Era un alivio tenerlos de vuelta.
—¿Todo ha estado bien por aquí? —preguntó Iain desde la puerta, con su pipa entre los labios—. ¿Alguna visita inusual? ¿Algún inquilino nuevo?
Sydonie sonrió.
Había habido visitas inusuales, de hecho. En los últimos dos años, diferentes recolectores de almas habían venido, y por alguna razón, el Concilio nunca enviaba al mismo, como si temieran que ella se encariñara de alguno de nuevo. Aún así, no podía quejarse. Todos habían sido respetuosos y habían apoyado su decisión de cumplir los últimos deseos de las almas. Gracias a eso, las almas en la tienda se habían reducido a cero.
Ahora las almas llegaban y partían rápidamente. Cuando arribaban a la tienda, Sydonie intentaba calmarlas, les ofrecía un té, les contaba historias y luego les explicaba que podían quedarse hasta que estuvieran listas para partir. Cuando expresaban su deseo, se asignaba un nuevo recolector y, junto con Sydonie, ayudaban a cumplir ese último deseo antes de continuar su camino en paz.
Sydonie había transformado la tienda en un verdadero santuario de transición. De alguna forma, el Concilio Superior había permitido que así fuera. No asignaban a ningún recolector ni enviaban a nadie a presionar, hasta que el alma estuviera lista para seguir.
—Sin inquilinos nuevos por ahora —respondió Sydonie—. Solo Lumus y yo.
Lumus maulló desde su perchero en una alta repisa, donde había estado observando el intercambio.
La conversación continuó un rato hasta que cayó el atardecer. Iain y Elara se despidieron para subir al departamento y Sydonie comenzó a pasear por la tienda, sintiéndose algo perdida y melancólica.
—Hay mucho silencio, ¿no crees? —comentó, mirando a Lumus.
El felino saltó del estante al mostrador, donde Sydonie lo esperaba. Al acercarse, maulló con suavidad y frotó su cabeza contra su brazo. Ella sonrió.
Sydonie cerró la tienda poco después y se preparó para su paseo nocturno, una rutina que había adoptado sin recordar cuándo ni por qué había comenzado. Solía recorrer el centro y terminar en la playa. Quizás porque el ejercicio le sentaba bien, o tal vez porque ver a otras personas le distraía. O tal vez, después de más de dieciséis meses de esperar sin noticias, se sentía impaciente y había decidido salir a buscar a Ronan, como si así, milagrosamente, pudiera encontrarlo.
ESTÁS LEYENDO
Manual contra amores inmortales [TERMINADA]
Romance¿Quién dijo que el amor y la muerte no pueden ser divertidos? Bienvenidos a la tienda de antigüedades de Sydonie Acheron, un lugar mágico donde los objetos esconden un alma... o dos. Allí, su vida dará un giro inesperado cuando Ronan, un gruñón grim...