¿Quién dijo que el amor y la muerte no pueden ser divertidos?
Bienvenidos a la tienda de antigüedades de Sydonie Acheron, un lugar mágico donde los objetos esconden un alma... o dos. Allí, su vida dará un giro inesperado cuando Ronan, un gruñón grim...
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Desde la perspectiva de Ronan, el viaje en tren desde Whitby a Londres era una experiencia nueva y abrumadora. Acostumbrado a la inmediatez de su existencia anterior, viajar a través del espacio y tiempo de manera tan tangible le resultaba fascinante. Cada sensación en su forma humana se intensificaba: el sonido rítmico de las ruedas sobre las vías, el suave balanceo del vagón, y las vistas cambiantes del paisaje inglés que se deslizaban por la ventana.
No estaba acostumbrado a la proximidad de otros pasajeros. Las conversaciones, risas y sonidos de teléfonos móviles capturaban su atención. Observaba curioso cómo las personas interactuaban, absorbiendo detalles de la conducta humana. Atravesar túneles le provocaba una mezcla de emoción y ansiedad ante la oscuridad repentina, y al emerger, se maravillaba ante la belleza de los campos verdes, los ríos serpenteantes y los pueblos pintorescos.
—Este viaje es más que un traslado —le había dicho Sydonie—. Es un descubrimiento personal, una exploración de sensaciones y experiencias nuevas para ti. ¿No es emocionante?
Ronan meditaba si la emoción venía de viajar y conocer Londres o de estar cerca de ella, quien continuaba sorprendiéndolo. Aún no tenía una respuesta.
Ronan apartó la mirada de la ventana para observar a Sydonie, que se había quedado dormida apoyada en su hombro. Le sorprendía cómo podía dormir en medio del constante movimiento del tren y el murmullo de las conversaciones. Debía estar muy cansada, considerando que había dormido durante la mayor parte del viaje.
La suavidad de su respiración y la paz en su rostro contrastaban con el ruido y el vaivén del tren. Con cautela, Ronan extendió su mano y tocó suavemente su mejilla, sorprendiéndose ante la delicadeza de su piel, tan diferente a la suya, que era más áspera y firme.
¿Cómo podría Sydonie, que lucía tan inocente mientras dormía, ser al mismo tiempo tan peligrosa?
En su forma humana, Ronan experimentaba emociones y sensaciones nuevas, sobre todo cuando estaba cerca de Sydonie. Sentía una mezcla de asombro y gratitud cuando ella mostraba preocupación por él, y su enojo le provocaba una satisfacción inesperada.
El contacto físico con Sydonie, como sostener su mano o simplemente estar cerca, revelaba una intimidad desconcertante para él. Cada toque era una revelación, llenando de matices su experiencia; sentía la suavidad y el calor de su piel, y cada contacto enviaba una corriente eléctrica a través de su cuerpo.
Estas nuevas emociones eran confusas para Ronan, abriendo un mundo desconocido. La cercanía con Sydonie le brindaba un sentido de pertenencia y le hacía comprender que estas reacciones formaban parte de la experiencia humana, transformando su percepción de sí mismo y su entendimiento de lo que significaba estar verdaderamente vivo.
—¿Por qué tocas mi rostro? —preguntó Sydonie, sorprendiéndolo—. ¿Hay algo en mi cara?
—Fue un impulso. Tu piel es muy suave —admitió Ronan.