Capítulo 42

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—Y así fue como anticipé tu trampa —concluyó Sydonie con orgullo—

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—Y así fue como anticipé tu trampa —concluyó Sydonie con orgullo—. Vine aquí por la tarde, preparé el círculo de sal con otras hierbas y luego di un paseo por el pueblo. Esperé a que aparecieras y, cuando lo hiciste, no huí hacia aquí porque me acorralaste, sino porque ya tenía un plan.

El ambiente quedó sumido en un denso silencio. Los ojos del cazador, que observaban fijamente a Sydonie, resplandecieron en la penumbra.

—Este es el momento en el que me felicitas por mi astucia —dijo Sydonie, esperando alguna reacción, pero no obtuvo respuesta, y suspiró—. Ahora es tu turno. Dime tu historia.

—¿Por qué crees que te la contaré? ¿Piensas que esto es una sesión de psicoterapia?

—No, claro que no, pero he sido honesta contigo. Y, como te dije, tu historia me importa. Aunque seas mi enemigo, quiero entender por qué.

El cazador permaneció inmóvil durante unos largos segundos. Luego, inesperadamente, se movió no para atacar, sino para apartar el velo oscuro que le cubría el rostro. Sydonie contuvo el aliento, sorprendida al ver la figura que había imaginado innumerables veces revelarse ante ella.

—Eres... ¡una mujer! —exclamó, sorprendida.

La cazadora de almas era una mujer con rasgos que evocaban las antiguas tierras árabes: piel tostada salpicada de pecas y ojos dorados intensos que emitían una luz antigua y sabia. Sus cejas formaban firmes arcos sobre esos ojos misteriosos, y su nariz y labios tenían la delicadeza de figuras dibujadas en la arena. No era el semblante amenazante que Sydonie había anticipado, sino un rostro marcado por una calma melancólica y una furia contenida, como si en su interior coexistieran la serenidad del desierto y la intensidad de una tormenta perpetua. Aun así, lucía muy joven, rondando los veinte. Tal vez, menor.

—¿Hay algún problema con que sea mujer? —preguntó la cazadora, frunciendo el ceño.

Sydonie se apresuró a responder.

—Claro que no. Solo me sorprendiste —dijo—. Supuse, por tu altura y tu indumentaria oscura y amplia, que eras un hombre. Lo siento. En realidad, es admirable que seas mujer. Demuestra que no solo los hombres pueden ser cazadores de almas. Ahora tengo aún más curiosidad por ti.

La mujer entrecerró los ojos.

—Sabes que soy la antagonista, ¿verdad?

Sydonie asintió, pero reflexionó en voz alta:

—¿Realmente lo eres? Dijiste que no me harías daño, y un villano lo habría hecho. Además, acabas de revelarme tu identidad y vas a contarme tu historia. No estoy segura de que un villano habría hecho eso.

—Pensé que no dejarías de hablar si no lo hacía.

Sydonie sonrió levemente.

—¿Cómo una joven como tú terminó en este cementerio conmigo? —La cazadora no respondió—. Si me cuentas tu historia, prometo guardar el secreto. Hablo mucho, pero soy buena guardando secretos. Además, estoy segura de que te sentirás mejor después de contarme...

Manual contra amores inmortales [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora