Epílogo

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—Entonces

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—Entonces... ¿estás diciendo que tú eres nuestro nuevo recolector?

El joven frente a ella, vestido con un traje negro, parecía más un adolescente que un adulto. Bajo y delgado, su piel pálida salpicada de pecas, y su cabello negro con mechas azules resaltaba aún más su tez. Parecía nervioso mientras la miraba desde el otro lado del mostrador.

—Sí, señora Acheron. Fui asignado aquí.

—La señora Acheron es mi madre. Llámame Sydonie.

Él asintió rápidamente, evitando mirarla. Sydonie apenas captó un atisbo de gris en su mirada y se cruzó de brazos.

—¿Cómo te llamas?

—Finley.

—¿Y qué le pasó a Dean, mi anterior recolector de almas? Ya hasta le había enseñado a jugar Uno y a coquetear con las chicas.

—Pues... él fue requerido en otra misión.

—¿Pero está bien?

Finley asintió con la cabeza. Sydonie suspiró.

—Dean me asistió en dos misiones, pensé que se quedaría más tiempo. No entiendo por qué el Concilio sigue haciendo esto. He liberado a las almas y soy buena con sus recolectores. ¿Por qué...?

—Creo que es precisamente por esa razón —intervino Ronan.

Él apareció desde detrás de una estantería donde había estado desempacando unas antigüedades que habían llegado el día anterior. Ronan le lanzó una mirada al nuevo visitante mientras se acercaba, seguido por Lumus, que se enredaba entre sus piernas sin molestarlo.

—Al Concilio le preocupa la facilidad con que haces que sus recolectores se enamoren de su humanidad.

Sydonie frunció el ceño y acarició el pelaje de Lumus.

—Pero ya prometí no quedarme con ningún otro. ¿Cuándo lo olvidarán? No voy por ahí hechizando a cualquiera —murmuró.

—Se-señor... —balbuceó Finley, mirando a Ronan.

Cuando sus miradas se encontraron, Finley hizo una reverencia algo torpe. Ronan lo observó con serenidad.

—¿Por qué te inclinas?

—Porque... usted es... una leyenda —respondió, con ojos brillantes—. Fue el Vigía de la Muerte, uno de los primeros en guiar a las almas. Desafió al Concilio, enfrentó el Vacío Infinito y sobrevivió para convertirse en humano y renunciar a la eternidad. Es... es... un honor conocerlo, señor.

—Puedes llamarme Ronan. No tienes que ser tan formal.

—Gracias, señor... digo, Ronan. Será un placer trabajar a su lado.

Sydonie sonrió.

—¿Y cuánto tiempo nos acompañarás, Finley?

—Solo por... una misión. Estoy aquí por el alma de Iain Ferguson.

Manual contra amores inmortales [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora