Whitby, jueves, 8:30 p.m.
Sydonie no había esperado que su día terminara así, siendo perseguida por un cazador de almas.
Su corazón latía acelerado y apenas podía respirar mientras subía los ciento noventa y nueve escalones hacia el Cementerio de St. Mary's. No es que ella hubiera tomado ese camino por elección propia. Ese lunático había decidido acorralarla hasta que Sydonie no tuvo más opción que escapar por las escaleras. O la atrapaba el cazador o la mataban las escaleras; Sydonie no estaba segura de qué sucedería primero.
Maldijo entre dientes mientras continuaba ascendiendo y jadeaba por el esfuerzo. Afortunadamente, era una noche fría y el viento helado le golpeaba las mejillas sin dificultar su subida. De haber sido bajo el sol, las escaleras la habrían vencido.
Una vez arriba, tomó varias bocanadas de aire y miró hacia atrás. Se sorprendió de no ver a nadie en su persecución, pero se sorprendió aún más al encontrar una figura esperándola, apoyada junto a una tumba.
—¡Ay, no puede ser! —exclamó, intentando recuperar el aliento—. ¿Cómo llegaste antes que yo?
Los ojos dorados de la entidad brillaron. Su rostro estaba cubierto con un velo oscuro y vestía, como siempre, ropas oscuras y holgadas. Sydonie notó que la figura era casi tan alta como Ronan.
—¿Acaso lo has olvidado, Sydonie Acheron? Puedo tener apariencia humana, pero no soy tan frágil como tú.
—¿Y quién dice... —Sydonie tomó una respiración profunda— que soy frágil? —Intentó pararse erguida en una pose relajada, aunque las piernas le temblaban—. —Además, ¿por qué me persigues? —lo confrontó—. No tengo el xilófono ni a Harry. Ronan los tiene, y no vas a poder recuperarlos.
Ella no sabía si tenía buena o mala suerte. Ronan y Harry habían pasado días buscando al cazador de almas por toda la ciudad, sin éxito, e incluso había usado a Harry como cebo. Sydonie había permanecido segura en la tienda todo el tiempo, solo había salido a comprar pan dulce —su debilidad— y, justo entonces, el cazador de almas la había esperado a la salida de la pastelería, iniciando esta persecución.
Lo más triste era que su bolsa de pan dulce había sido la primera víctima; se rompió, dejando caer sus panes, que tuvo que abandonar.
—Es a ti a quien quiero —dijo el cazador con voz baja y profunda.
Sydonie se estremeció y empezó a rodear la figura, alejándose lentamente.
—No te recomiendo que te lleves mi alma —advirtió, levantando las manos—. No sé matemáticas, nunca paro de hablar y atraigo muchos problemas.
—¡No me interesa tu alma! —replicó el cazador—. Pero tienes razón, ese recolector antiguo no me devolverá el alma errante a menos que le ofrezca un intercambio.
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Manual contra amores inmortales [TERMINADA]
Romansa¿Quién dijo que el amor y la muerte no pueden ser divertidos? Bienvenidos a la tienda de antigüedades de Sydonie Acheron, un lugar mágico donde los objetos esconden un alma... o dos. Allí, su vida dará un giro inesperado cuando Ronan, un gruñón grim...