Sydonie se detuvo frente a Mirage, un prestigioso restaurante y club en el corazón de Soho. La fachada era elegante y moderna, con grandes ventanas de cristal y una entrada discreta que sugería exclusividad. La invitación recibida semanas atrás señalaba este lugar para la cena.
—¿Todo bien? —Se giró hacia Ronan, su compañía silenciosa—. Siento haberte traído tan deprisa.
Ronan captó a Sydonie reacomodando un mechón rebelde, lo que acentuaba la intensidad de su mirada y las marcadas facciones de su rostro.
—Estoy bien —dijo él, sereno—. ¿Es aquí?
Sydonie asintió con una sonrisa.
—Sí, entremos. Estamos algo retrasados.
Al adentrarse en Mirage, fueron recibidos por un vestíbulo bañado en una iluminación dorada que resaltaba sus paredes texturizadas y el mármol del suelo. La decoración, dominada por un candelabro de cristal, desprendía sofisticación.
El restaurante, más allá de la recepción, era un testimonio de diseño exquisito, con una disposición que fusionaba lo moderno con lo clásico. Las mesas, dispuestas con esmero, garantizaban intimidad y confort. El ambiente, calmado y acogedor, era realzado por las conversaciones y risas provenientes del comedor principal.
—Buenas noches, bienvenidos a Mirage —los saludó una anfitriona—. ¿Tienen reserva?
—Asistimos al evento de Brodie Simmons.
Con una sonrisa, la anfitriona les indicó que la siguieran.
El club, al otro lado de unas puertas dobles, contrastaba con el restaurante por su ambiente lleno de vida. La pista de baile y las zonas de descanso prometían una transición fluida de la cena al entretenimiento nocturno.
Sydonie y Ronan fueron llevados a un espacio reservado al final del club, un enclave lujoso que equilibraba la privacidad con la vibrante atmósfera del Mirage.
—¡Sydonie!
Reconoció de inmediato la voz de Brodie, su mejor amigo, y Sydonie lo vio aproximarse con pasos largos y una sonrisa deslumbrante. Al alcanzarla, Brodie la envolvió en un abrazo efusivo, levantándola del suelo en un gesto de cariño profundo. Aunque no era pequeña, se sintió cobijada por su fuerza y altura.
—¿Dónde has estado, Sydi? —exclamó él—. ¡Pensé que no llegarías!
—No... puedo... respirar —logró decir ella entre jadeos—. Suéltame...
—¡Vaya, perdón! A veces olvido mi propia fuerza.
Brodie la bajó cuidadoso y le revolvió el cabello en un gesto juguetón antes de tomar distancia. Sydonie, fingiendo indignación, le golpeó la mano y frunció el ceño.
—Es tu culpa por llegar tarde —acusó él, acariciándose distraídamente la barba.
—La culpa es tuya por ser un gorila —replicó Sydonie.
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Manual contra amores inmortales [TERMINADA]
Romansa¿Quién dijo que el amor y la muerte no pueden ser divertidos? Bienvenidos a la tienda de antigüedades de Sydonie Acheron, un lugar mágico donde los objetos esconden un alma... o dos. Allí, su vida dará un giro inesperado cuando Ronan, un gruñón grim...