En las encantadoras calles empedradas de Whitby, una elegante casa de estilo georgiano se alzaba con distinción. Sus ladrillos claros contrastaban con el cielo, otorgándole una presencia majestuosa, y los ventanales amplios de madera blanca enmarcaban las vistas panorámicas de la ciudad, permitiendo que la luz natural bañara sus habitaciones con una calidez acogedora.
La casa, única en su diseño, se orgullecía de sus balcones triangulares en cada piso. Una cúpula de cristal se alzaba en el techo, permitiendo que el cielo se reflejara en su superficie y llenara los espacios con una atmósfera etérea.
El frente de la residencia desplegaba un jardín cuidado con meticulosidad, con rejas bajas de puntas agudas que daban la bienvenida a los visitantes. Un sendero de piedra partía de la entrada y se bifurcaba hacia dos puertas: una que conducía al sereno hogar y otra, al lado, menos ostentosa pero igual de elegante, que invitaba a la tienda de antigüedades. Esta segunda puerta, en armonía con la casa, parecía surgida de manera espontánea de la estructura misma, con un dintel que sugería un portal hacia eras pasadas.
La tienda, un relicario viviente, se revelaba tras el cristal, exhibiendo pendulares relojes, espejos enmarcados con la delicadeza del pasado y lámparas que habían iluminado incontables anocheceres de antaño. Era un espacio donde el tiempo parecía detenerse, cada objeto narraba su propia historia.
El camino de vuelta a la residencia se desplegaba con gracia hacia una escalinata que conducía al corazón de la casa. En la primera planta, un flat privado con dos habitaciones era el hogar de Iain Ferguson y sus nietas, Juliet y Elara, donde la calidez y los recuerdos se entrelazaban en cada rincón. Y en la última planta, se encontraba un departamento que estaba coronado por un techo de cristal, una cupulina que permitía que las estrellas se convirtieran en sus compañeras nocturnas.
Así era esta casa georgiana, un cruce entre elegancia y misterio, un tejido de secretos y anécdotas a la espera de ser desvelados. Un hogar para almas y objetos peculiares con igual medida de singularidad, donde cada día era un capítulo a punto de ser narrado.
En una habitación infantil de la primera planta, Sydonie estaba leyendo un cuento. A su lado, una niña de cinco años, con largo cabello castaño y ojos oscuros, le devolvía la mirada. La pequeña estaba arropada bajo un cobertor de parches coloridos y aferraba un dragón de felpa en sus brazos. Sydonie hizo una pausa en su lectura y escaneó el rostro de Elara, cuyos ojos empezaban a cerrarse. Entonces continuó leyendo:
—«Después de enfrentar su mayor miedo al mundo exterior, Willow descubrió que este no era tan aterrador como había imaginado. Con valentía y determinación, se adentró en el bosque encantado, y encontró nuevos amigos y halló la paz que tanto anhelaba».
»"A partir de ese momento, Willow se liberó de sus temores. Cada día se aventuraba a salir un poco más lejos, consciente de que, incluso en los espacios más vastos y abiertos, siempre habría un rincón donde encontrar refugio y serenidad. Así que continuó explorando, enfrentando nuevos desafíos y desvelando la magia que aguardaba más allá de las puertas. Su valentía e inspiración motivaron a otros niños a confrontar sus miedos, demostrándoles que incluso en los momentos más abrumadores siempre existe una luz; solo se requiere de coraje y determinación para encontrarla".
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Manual contra amores inmortales [TERMINADA]
Romance¿Quién dijo que el amor y la muerte no pueden ser divertidos? Bienvenidos a la tienda de antigüedades de Sydonie Acheron, un lugar mágico donde los objetos esconden un alma... o dos. Allí, su vida dará un giro inesperado cuando Ronan, un gruñón grim...