Capítulo XVI

254 35 2
                                    

Narra Percy:

Volamos en círculo sobre el centro de Manhattan, trazando una órbita alrededor del monte Olimpo. Yo sólo había estado allí una vez. Había subido en ascensor hasta la planta secreta número 600 del Empire State. Esta vez el Olimpo aún me deslumbró más.

En la penumbra del alba, las antorchas y hogueras hacían que los palacios construidos en la ladera reluciesen con veinte colores
distintos, desde el rojo sangre hasta el índigo.

Por lo visto, en el Olimpo nadie dormía nunca. Las tortuosas callejuelas se veían testadas de semidioses, de espíritus de la naturaleza y diosesmenores que iban y venían, unos caminando y otros conduciendo carros o llevados en sillas de mano por un par de cíclopes.

El invierno no parecía existir allí. Percibía la fragancia de los jardines, inundados de jazmines, rosas y otras flores incluso más delicadas que no sabría nombrar. Desde muchas ventanas se derramaba el suave sonido de las liras y de las flautas de junco.

Nuestros pegasos nos dejaron en el patio delantero de la morada de los dioses, frente a unas enormes puertas de plata. Antes de que se me ocurriese llamar, las puertas se abrieron por sí solas.

Durante un minuto, Thalia, Annabeth, Matteo y yo permanecimos inmóviles, mirando el palacio Luego avanzamos juntos hacia la sala del trono.

Allí habían doce grandes tronos alrededor de la hoguera central. En el techo relucían todas las
constelaciones, incluso la más reciente: Zoë la cazadora, avanzando por los cielos con su arco.

Todos los asientos se hallaban ocupados. Los dioses y diosas medían unos cuantro metros de altura. Y te aseguro una cosa: si alguna vez
viese a una docena de seres todopoderosos e imopnentes volviendo sus ojos hacia ti... Bueno, en ese casom enfrentarte a una pandilla de monstruos te parecería un picnic.

- Bienvenidos, héroes - Dijo Artemisa.

-¡Muuuu! - Había una esfera de agua suspendida en el centro de la estancia, junto a la zona de la hoguera. Besiie nadaba alegremente en su interior, agitando su cola de serpiente y asomando la cabeza por los
lados y la base de la esfera. Parecía disfrutar aquella novedad de nadar en una burbuja mágica.

Grover permanecía de rodillas ante el trono de Zeus, como si acabase de rendir cuentas. Pero nada más vernos, exclamó: - ¡Bravo! ¡Lo han conseguido!

Iba a correr a nuestro encuentro cuando recordó que le estaba dando
la espalda a Zeus y levantó la vista para solicitar su permiso.

- Anda, ve - Le dijo Zeus sin prestarle atención. El señor de los cielos miraba fijamente a su hija, Thalia.

Grover se acercó trotando. Ninguno de los dioses decía nada. El redoble de sus pezuñas en el suelo de mármol resonaba por toda la
sala.

Yo miraba nervioso a mi padre, Poseidón. Iba vestido como la última vez que lo había visto: short de playa, una camisa hawaiana y
sandalias. Tenía el rostro curtido y bronceado, la barba oscura y los ojos de un verde intenso. No sabía cómo le sentaría verme otra vez,
pero en la comisura de sus labios parecía insinuarse una sonrisa. Me hizo un gesto con la cabeza, como diciendo "está todo bien".

Grover me agarró de los hombros.
- Bessie y yo lo conseguimos, Percy! Pero tienes que convencerlos. ¡No pueden hacerlo!

- ¿El qué? - Dije sin entender.

- Héroes - Nos llamo Artemisa.

La diosa bajó de su trono y, adoptando estatura humana, se convirtió en una chica de pelo castaño rojizo que se movía con desenvoltura entre los grandiosos olímpicos. Cuando se nos acercó con su reluciente túnica plateada, vi que su cara no delataba ninguna
emoción.

A Blurred Story [Percy Jackson]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora