A Blurred Story [Percy Jackson]

Capítulo XIII

Narra Issac:

Estaba tan cansado que no tarde en caer dormido apenas Percy dejó la habitación, y para mi mala suerte no fueron sueños tranquilos.

En mi sueño, se encontraba mi hermano, Michael, el cuál estaba sentado en el suelo contra una pared de ladrillo y lleno de heridas en brazos y piernas, aunque la peor era en el costado de su cabeza, caía mucha sangre, pero no parecia molestarle tanto. Tampoco tenía ningún arma para poder escapar.

Alguien con armadura griega pasó por fuera de la celda en la que Michael se encontraba y lo miró.

- Veo que Ethan cumplió con lo que le pedí - Decía Luke, sus ojos resplandecian en color dorado, recordándome que ya no era el chico a quién de niño habia considerado un hermano mayor, ahora era alguien completamente distinto - Voy a destruir a cada uno de sus líderes de las formas más terribles que puedan imaginar.

Michael sonrió de lado - Nunca pensé que me usarían de cebo para matar a Issac - Luego cambió esa expresión a una molesta - Si te atreves a hacerle daño, te juro que...

- No es necesario que jures nada - Lo interrumpió Luke con una sonrisa - Solo quiero conversar con tu hermano. Después de todo es uno de los que esta liderando el frente de los dioses, tengo que amenazarlo con algo para hacerlo más divertido. ¿No lo crees?

- Eres un imbécil - Gruño el hijo de Apolo.

- Y tu fuiste más fácil de capturar de lo que esperaba, quizás realmente no merecías ni la propuesta de ser el líder de la cabaña de Apolo - Respondió Luke con una sonrisa malvada, esto me enojo muchísimo, pero no podía hacer nada. No tenía idea de en donde estaba Michael.

En ese momento la escena ambió y pude ver a Nico en los jardines de su padre. Estaba solo y había cavado un hoyo en un macizo de flores, lo cual pensé que no pondría muy contenta a la reina del inframundo.

Vertía una copa de vino en el hoyo y entonaba un cántico: - Que los muertos prueben su sabor de nuevo. Que se alcen y acepten esta ofrenda. ¡María di Angelo, muéstrate!

Se levantaba una nube de humo y empezaba a dibujarse una forma. Pero no era la madre de Nico, sino una chica de pelo oscuro y piel olivácea, con ropas plateadas de cazadora.

- ¡Bianca! - Eclamaba Nico.

«No convoques a nuestra madre, Nico - Le advertía ella - Es el único espíritu que te está vedado contemplar.»

- ¿Por qué? ¿Qué es lo que oculta nuestro padre?

«Dolor - Respondía Bianca - Odio, una maldición que se remonta a la Gran Profecía.»

- ¿Qué quieres decir? - Insistía Nico - ¡Tengo que saberlo!

«El conocimiento sólo te hará daño. Recuerda mis palabras: guardar rencor es un defecto fatídico para los hijos de Hades.»

- Eso ya lo sé - Decía él - Pero no soy el mismo de antes, Bianca. ¡Deja de intentar protegerme!

«No lo comprendes, hermano…»

Nico pasaba la mano a través de la niebla y la imagen de Bianca se disipaba.

- Maria di Angelo - Repetía - ¡Háblame!

Entonces se formaba otra imagen. Era una escena, no un solo fantasma. En el espesor de la niebla, veía a Nico y Bianca de niños. Jugaban en el vestíbulo de un lujoso hotel, persiguiéndose alrededor de las columnas de mármol. Muy cerca, sentada en un sofá, había una mujer con un vestido negro, guantes largos y un sombrero con velo oscuro, como una estrella de cine de los años cuarenta. En una silla, a su lado, había un tipo de aspecto empalagoso con un traje negro a rayas. Se trataba de Hades. Inclinándose hacia la mujer, hablaba y gesticulaba con enorme agitación.