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Jungkook baja de la parte trasera del auto con una mochila, golpea con sus nudillos una de las ventanas delanteras y esta se abre segundos después.

—Sí, joven Jeon —habla John.

—¿Vas a quedarte? —pregunta—. Porque si lo haces podrías entrar.

—No, debo llevar a la señorita Amber y al señor Park a una reunión —contesta el moreno.

—Bueno, está bien. Nos vemos, John.

—Su secreto está a salvo, Jeon. Ahora entre de prisa.

El pelinegro sonríe, se da la vuelta, sube las escaleras y luego camina hasta el apartamento más grande del edificio. Introduce el código y luego entra.

Busca en la sala y la cocina a Jimin, pero lo encuentra al entrar a la habitación. El castaño está acostado al centro de la cama justo donde lo dejó antes de salir a su entrenamiento matutino.

Jungkook se sienta en la cama, y con sumo cuidado aparta los mechones que caen en su frente. Su entrecejo se frunce al escuchar una extraña respiración, posa la palma de su mano sobre la frente y siente la piel caliente. Toca sus brazos y es lo mismo.

El pelinegro se pone en pie, lanza su mochila a una esquina de la habitación y camina hacia el baño principal. Ve el botiquín y toma los medicamentos para la gripe. 

Ve la hora, casi la una de la tarde. Abre la refri y coge verduras y unas piezas de pollo. Recuerda la receta del caldo de pollo de uno de sus entrenadores así que se dispone a prepararlo mientras escucha música.

Pica la verdura mientras sancocha las piezas de pollo.

—¿Qué haces? —escucha la adormilada voz de Jimin.

—Ey, ¿te desperté? Lo siento.

—No, desperté porque debía ir al baño y entonces escuché la música y recordé que no estoy solo —comenta el castaño—. ¿Saliste? ¿Adónde fuiste?

—Entrenamiento matutino —acota Jeon. —Sería mejor si regresaras a la cama —le aconseja.

—¿Por qué? —indaga mientras tose un par de veces.

—Creo que empieza a ser obvio, cariño —ríe Jungkook, caminando hacia el más bajo. —Tienes fiebre y posiblemente una infección en la garganta, y quizá también tos —agrega, quedándose de pie al ver que Jimin se ha cambiado su ropa y ahora utiliza la camisa blanca que él usó ayer bajo la camisa de vestir.

—¿Qué? ¿Me veo horrible?

El más alto niega, daría lo que fuera porque su novio mimado no tuviera gripe para poder…

—Jungkook, te estoy hablando —habla nuevamente el más bajo, sacándolo de sus pensamientos.

—No.

—¿No qué, Jungkook?

—No te ves horrible. Créeme que no —asevera Jeon, dirigiendo al castaño hacia la habitación.

—Me duele la cabeza —se queja Jimin, con voz niñona haciendo reír al pelinegro.

—¿Sí?

—Sip —contesta haciendo un puchero.

—Eres un chico mimado —lo acusa entre risillas, Jungkook.

—Sí, pero soy tú chico mimado. Hazte cargo.

—Por supuesto, mi chico mimado —acepta Jeon, dejando un beso sobre la frente de Jimin. —No te muevas de aquí —le pide.

—¿Eso fue una orden? —inquiere el castaño.

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