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Su turno había terminado y como una de sus nuevas actividades camina en dirección al río Spree, justo donde los barcos y yates embarcan y desembarcan. Toma asiento en el mismo trozo de cemento, abre su mochila y rebusca con calma la cajetilla de cigarrillos y el encendedor. 

Cuando los ha encontrado alza su vista, coge un pitillo y luego guarda la cajetilla, lleva el cigarro a su boca y después lo enciende en el segundo intento. Cierra sus ojos al dar la primera calada, se siente menos ansioso, le parece ridículo que algo que es dañino para su salud le calme la ansiedad y lo relaje.

Fuma su cigarrillo mientras ve cómo todos los días lo hace subir y bajar gente de los barcos. Cada día la misma imagen, la misma gente regresando a sus casas o algún lugar específico, pero sabiendo con determinación su camino y su destino. Mientras él se sienta en ese trozo de cemento sintiendo como cada día se vuelve más largo, más frío y su soledad aumenta.

Jungkook sostiene el cigarrillo con su mano derecha, se agacha un poco y abre el cierre pequeño de la mochila, coge el único objeto que está dentro y luego apoya sus codos en sus rodillas. Le da una calada al cigarro y mientras deja escapar la nicotina por la boca gira la fotografía, viendo ese lindo rostro, esos bellos ojos color miel que lo hipnotizan. Mira la fotografía mientras fuma perdiéndose cada detalle de lo que pasa a su alrededor, no le interesa el sonido de los barcos, ni las risas de las personas que pasan a su lado. Su atención está fija en la fotografía de aquel sonriente y lindo Jimin.

Pasan unos minutos y el pelinegro siente como alguien toca su hombro derecho, ve a la misma dirección alzando la vista y mira al mismo hombre del carretón de pan Pumpernickel y bebidas calientes dentro de uno de los barcos que pasean a los turistas.

Con seriedad coge el vaso luego de llevar el diminuto cigarro a sus labios. Le da la última calada al pitillo y luego lo lanza al suelo, lo pisa y después lo recoge para lanzarlo al basurero del carretón. Bebe un sorbo de lo que sea que siempre el hombre le da, pero le gusta y permanece en silencio como siempre.

—Hay tres hechos descritos en el libro del destino —habla el hombre, sorprendido a Jeon debido a que nunca han intercambiado palabras.  

—¿Cuáles son? —pregunta en un susurro.

—Cuando nacerás, con quién te casarás y cuando morirás —contesta con tranquilidad el hombre y luego añade—. El destino siempre te alcanzará. Cuando un inocente es víctima de la injusticia del hombre, la hoja del hombre no se mueve. Pero entonces es cuando el firmamento se manifiesta y si el inocente pide desde el fondo de su corazón todas sus plegarias serán escuchadas.

Jeon que ha escuchado todo con atención sonríe ladinamente mientras una lágrima desciende por su pómulo, luego su mejilla, barbilla y por último cae sobre la fotografía que sostiene con su mano izquierda.

—No tengo nada que pedir —masculla al mismo tiempo que se pone en pie.

Deposita el vaso vacío en el basurero, recoge su mochila, se la pone en la espalda y luego de una pequeña, pero notoria reverencia al hombre se gira para irse del lugar. Mientras da los primeros pasos cortos, dice—. Llevo un mes en Alemania, y en mi camino no hay un destino y mucho menos un lugar a donde ir.

Si algo ama Jungkook de Alemania es el frío del país, lo siente cálido quizá porque es como se siente actualmente su corazón y su alma, fríos. Y lo más importante, era el único lugar donde Park no tenía poder para seguir arruinando más su vida.

Después de aquella conversación con el hombre del carretón de Pumpernickel. En poco tiempo había conseguido un empleo, lavando trastes en turnos rotativos en un restaurante pequeño, pero que recibe mucha afluencia. También alquila un diminuto apartamento que siente acogedor para él solo, y que de igual manera detesta porque puede escuchar todo lo que ocurre en los apartamentos cercanos al suyo.

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