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POV. JK.

Salgo de la camioneta y veo como Amber sube a Emma a la parte trasera del auto que conduce John. Ella alza su mano izquierda y la agita en despida mientras entra de manera rápida.

Rosalina me entrega la llave de la camioneta y el guardia de seguridad se acerca a ella y le entrega la llave del Audi. Lo sé por el llavero de Shrek que cuelga al lado de la llave. Antes de subir al lujoso auto me da una mirada furiosa y luego desaparece tal cual Amber y Emma lo hicieron.

Subo los escalones de dos en dos y recorro el pasillo hasta llegar a la puerta del apartamento más grande del edificio. Subo la pequeña tapa que cubre el teclado pegado a la puerta e introduzco el código mientras internamente suplico que Jimin no haya cambiado el código.

El sonido y la separación de la puerta con la pared me confirma que no lo ha hecho, abro, entro y cierro. Recorro la sala y no hay nadie, me detengo frente a la habitación y veo hacia dentro debido a que la puerta está semi abierta. Diviso ese largo y enorme tocador blanco a solo unos cuantos pasos lejos de la cama dejando poco espacio entre el tocador mediano y con espejo que utiliza.

Suspiro y empujo la puerta con la palma de mi mano izquierda, ese estúpido tocador es más grande que la cama. Resignado comienzo a hacerme la idea de que ese tocador no lo venderá por nada del mundo porque en algún lado debe estar su sin fin de ropa que no puede soltar por nada del mundo.

Escucho ruido proveniente de la habitación de baño, me retiro los zapatos uno tras otro y camino hasta quedar bajo el umbral de la puerta. Lo veo amarrarse una bata de chandal negra, cuando se ve en el espejo me mira, pasa sus manos sobre su cabello mojado y lo agita actuando como si no me hubiera visto.

—No vuelvas a irte de esa manera —espeto con voz ronca.

—Haré lo que yo quiera, Jeon —lo escucho replicar mientras se da la vuelta y luego camina hacia mí. 

Es hermoso. Jimin, es el ser humano más hermoso del mundo. 

—No, tú no puedes hacer lo que quieras —digo, parándome al centro para evitar que pueda salir del baño.

—Sí, sí puedo. Ahora déjame salir.

—¿Te gusta esto? ¿Te gusta verme celoso? ¿Es eso? 

Su entrecejo se frunce y mientras me mira extraño dice—. ¿De qué estás hablando? Piensas que es divertido verte actuar como idiota, verte inseguro por Dimarco. Por favor, Jungkook. Madura.

—Tú y él estuvieron comprometidos, ¿Cómo se supone qué…

—Porque era mi única alternativa, Jungkook. Sí, él me ayudó, el malo fui yo porque lo utilicé, porque desde un principio sabía que volvería a ti porque te amo. ¿Por qué te cuesta entenderlo tanto? —me interrumpe exaltado.

Me empuja y al ver que no me ha movido, se acerca a mí a la fuerza y sale del baño.

—Supongo que porque veo como te mira, puedo ver el amor y el deseo en sus ojos. Lo tienes, lo tienes en tus manos —verbalizo molesto.

Él suelta una risa burlona, se gira y parlotea—. No me importa tener a Dimarco, te quiero a ti, imbécil —suspira y luego lame su labio inferior con la punta de su lengua—. Escucha, no quiero seguir con esto, es absurdo y ridículo. Así que lo último que diré es que me casé contigo en ese pequeño y horrible establecimiento en Las Vegas, porque estoy enamorado de ti. Tú y Emma son lo más preciado que tengo, y no quiero perder el tiempo con estas cosas. Si te sientes inseguro después de todo lo que hemos vivido estos meses, es tu maldito problema, Jungkook. Me niego a seguir diciéndote lo mucho que te amo, cuando ya te lo he demostrado.

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