El amplio patio de la mansión Thompson era un oasis de tranquilidad, lejos del bullicio y la tensión que a menudo reinaban dentro de la casa. Un enorme roble, con sus ramas extendidas como brazos protectores, dominaba el paisaje. Era un lugar donde Victoria solía refugiarse cuando necesitaba escapar de la opresión de su hogar.
Una tarde, mientras paseaba por el patio, Victoria se sorprendió al ver una figura familiar sentada en una de las ramas más bajas del roble. Michael, con un libro en las manos, leía con concentración. Sus piernas colgaban despreocupadamente y una ligera brisa movía las hojas alrededor suyo.
—¡Michael! —exclamó Victoria, sonriendo al verlo en ese entorno tan diferente.
Michael levantó la mirada, sonriendo también al reconocerla.
—Hola, Victoria —respondió, cerrando el libro y bajando con agilidad de la rama—. No esperaba verte aquí.
—Este es mi lugar de escape —dijo ella, acercándose—. ¿Qué estás leyendo?
Michael le mostró la portada del libro, un texto escolar sobre historia.
—Estoy estudiando para un examen —explicó—. Quiero sacar buenas notas para poder aspirar a una beca. Es mi mejor oportunidad de salir adelante.
Victoria lo miró con admiración, impresionada por su dedicación y determinación.
—Eso es maravilloso, Michael. Estoy segura de que lo lograrás.
Hubo un momento de silencio, cargado de comprensión y apoyo mutuo. Victoria, recordando su conversación anterior, tuvo una idea.
—¿Sabes? Me encantaría que me enseñaras a bailar como tú. Siempre te he visto moverte con tanta gracia y libertad.
Michael rió, un sonido alegre que resonó bajo las ramas del roble.
—¿Quieres aprender a bailar? No soy un gran maestro, pero podemos intentarlo.
—Sí, por favor —insistió Victoria, sus ojos brillando de entusiasmo—. Me encantaría aprender de ti.
Michael asintió, dejando el libro a un lado y extendiendo una mano hacia ella.
—Está bien. Empecemos con algo sencillo. ¿Alguna vez has bailado un vals?
—Un poco, en las clases de etiqueta —admitió Victoria—. Pero nada tan emocionante como lo que tú haces.
Michael sonrió y comenzó a guiarla en los pasos básicos del vals. Al principio, ambos se movían torpemente, tratando de coordinar sus movimientos. Las risas pronto llenaron el aire mientras tropezaban y se pisaban accidentalmente.
—Creo que estamos inventando un nuevo tipo de baile —bromeó Michael, mientras intentaba no pisar los pies de Victoria por enésima vez.
—Quizás sea el vals más pobre que hayas visto —respondió Victoria, riendo también—. Pero al menos nos estamos divirtiendo.
A medida que se relajaban, sus movimientos se volvieron más fluidos. La música imaginaria que ambos seguían los llevó a un mundo donde las diferencias y los prejuicios no existían, solo la alegría del momento compartido.
Después de un rato, se detuvieron, jadeando ligeramente por el esfuerzo y la risa. Se sentaron juntos bajo el árbol, disfrutando de la tranquilidad y la compañía mutua. Victoria, sintiéndose más cómoda y relajada, apoyó su cabeza sobre el hombro de Michael.
—Es injusto, ¿sabes? —murmuró Victoria, mirando las hojas del roble mecerse suavemente con el viento—. No entiendo por qué la sociedad tiene que ser así. ¿Por qué tanto alboroto por algo tan natural como ser quien uno es?
Michael suspiró, asintiendo lentamente.
—Lo he pensado muchas veces —respondió—. Es difícil entender por qué algunas personas creen que son superiores solo por el color de su piel. A veces pienso que es simplemente miedo a lo desconocido, a lo diferente.
Victoria levantó la cabeza ligeramente para mirarlo.
—Es triste que el miedo pueda causar tanto odio.
—Lo es —dijo Michael, mirando hacia el horizonte—. Pero también creo que podemos cambiar las cosas. Con pequeños actos de valentía y bondad, como el que has hecho hoy.
Victoria sonrió, sintiendo una calidez en su corazón.
—Prometamos que no nos dejaremos llevar por ese odio —dijo ella, con determinación—. Prometamos que siempre seremos amigos, pase lo que pase.
Michael asintió, tomando su mano.
—Lo prometo, Victoria. Siempre seremos amigos.
Bajo el viejo roble, lejos de las miradas inquisitivas y los prejuicios, Victoria y Michael encontraron un espacio donde podían ser ellos mismos, donde la amistad y la esperanza podían florecer libremente. En ese momento, sentados juntos y compartiendo sus pensamientos más profundos, fortalecieron un vínculo que desafiaría cualquier obstáculo que la sociedad les impusiera.
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Tu mundo y mi mundo (MJ fanfic)
FanfictionEn la majestuosa mansión de los Thompson en Alabama, durante los años 50, la joven Victoria Thompson vive una vida de lujos y restricciones. Su padre, George Thompson, es un supremacista blanco. Un día, Victoria se encuentra accidentalmente con Mich...