12: La Visita Inesperada

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Victoria se despertó con un sobresalto cuando Clara entró en su habitación.

—¿Qué haces durmiendo en el suelo, señorita Victoria? ¿Te has caído anoche? —preguntó Clara, visiblemente preocupada.

Victoria se incorporó rápidamente, frotándose los ojos para despejarse.

—Oh, no, Clara. Solo estaba... estaba leyendo y me quedé dormida aquí. No es nada —dijo, tratando de sonar convincente.

Michael ya no estaba. Se había ido más temprano, antes de que cualquiera pudiera descubrirlo. Clara la observó con sospecha, pero no insistió más.

—Muy bien. Pero te informo que tu tío Frederick ha venido de visita. Está en el comedor con tu padre.

Victoria sintió un escalofrío recorrer su espalda. No estaba nada contenta con la presencia de Frederick en la casa, pero sabía que no podía poner objeción. Se vistió rápidamente y bajó al comedor, su mente llena de recuerdos desagradables.

Al entrar, vio a Frederick sentado junto a su padre, bromeando y riendo. Michael estaba sirviendo el desayuno, y la escena que presenció hizo que la furia se encendiera en su pecho.

—Mira nada más a este chico —decía Frederick con una sonrisa burlona—. Encima de negro, parece afeminado.

Victoria sintió una ola de rabia, pero antes de que pudiera decir algo, Frederick se dio cuenta de su presencia y se levantó, acercándose a ella con los brazos abiertos.

—¡Victoria! —exclamó con una familiaridad que le resultaba repugnante—. Ven aquí y dame un abrazo.

Victoria intentó mantener la calma mientras aceptaba el abrazo, sintiendo el contacto inapropiado y las manos de Frederick apretando su espalda más de lo necesario. Michael los miraba un poco raro, notando la incomodidad en los ojos de Victoria.

—Tío Frederick —dijo ella, con una sonrisa forzada—. Qué sorpresa verte aquí.

—Claro, querida. No podía dejar de visitar a mi familia favorita —respondió Frederick, soltándola finalmente.

El resto del día transcurrió con una incomodidad latente. Victoria evitó a Frederick tanto como pudo, pero la cena resultó inevitable. Sentada en la mesa, miraba fijamente su plato mientras Frederick y George intercambiaban chistes de mal gusto sobre la raza negra. Clara y Michael servían la comida en silencio, sus miradas bajas.

Victoria quería salir de ahí, escapar de la toxicidad que la rodeaba, pero no tenía elección. Entonces, Frederick dirigió su atención a ella con una sonrisa socarrona.

—Y dime, Victoria, ¿tienes novio? —preguntó con un tono que sugería segundas intenciones—. Una jovencita como tú no debería andar sola.

Victoria sintió su estómago revolverse.

—No, no tengo novio —respondió, tratando de mantener la compostura.

—Oh, eso es una lástima —dijo Frederick, inclinándose hacia ella—. Deberías dejar que te ayude a encontrar uno. Un hombre fuerte que te cuide.

El comentario y la cercanía de su tío hicieron que Victoria sintiera náuseas, pero se obligó a sonreír.

—Gracias, tío Frederick. Pero puedo cuidarme sola.

Frederick soltó una carcajada.

—Claro, claro. Solo quiero lo mejor para ti, querida.

La cena continuó, pero para Victoria se volvió insoportable. Apenas podía soportar estar en la misma habitación que su tío, y cada palabra suya la llenaba de una ira contenida. Cuando finalmente se levantaron de la mesa, Victoria salió apresurada, buscando un lugar donde pudiera respirar.

Ya en el patio, Victoria respiró todo el aire que había estado reteniendo, intentando calmarse. Michael la siguió al jardín, preocupado por su estado.

—Victoria, ¿estás bien? —preguntó con suavidad.

Victoria se volvió hacia él, sus ojos llenos de lágrimas de frustración.

—No, Michael. No estoy bien. Pero no puedo hacer nada al respecto.

Michael la miró con empatía, deseando poder hacer algo para aliviar su dolor.

—Lo siento, Victoria. Si pudiera hacer algo para ayudarte...

Victoria lo miró, agradecida por su presencia.

—Ya lo estás haciendo, Michael. Solo estar aquí conmigo me ayuda más de lo que imaginas.

Ambos se quedaron en el jardín, buscando consuelo en la compañía del otro mientras la noche envolvía la casa en una oscura calma. En un momento, Michael puso sus manos en las mejillas de Victoria, sus dedos temblando ligeramente.

—Victoria... —murmuró, acercándose lentamente.

Los ojos de Victoria se llenaron de confusión y deseo. Sus corazones latían al unísono, cada vez más rápido, mientras la distancia entre sus rostros se acortaba. La brisa nocturna acariciaba sus rostros, y por un instante, el mundo exterior dejó de existir.

Michael inclinó su rostro, sus labios casi rozando los de ella. Pero justo en ese momento, la tranquilidad se rompió cuando notaron una sombra en la distancia. Frederick los observaba desde la ventana, sus ojos llenos de sospechas y molestia.

Victoria y Michael se separaron de inmediato, el momento roto por la oscura presencia de Frederick.

—Victoria, debemos tener cuidado —susurró Michael, su voz apenas un hilo.

—Lo sé —respondió ella, sus ojos todavía brillando con las lágrimas que había contenido—. Gracias por estar aquí conmigo.

La noche, que había comenzado con una pequeña chispa de consuelo, ahora se llenaba de una nueva preocupación. La mirada de Frederick desde la ventana era una amenaza latente, un recordatorio de los peligros que los rodeaban. Victoria y Michael sabían que su vínculo, por más fuerte que fuera, estaba constantemente amenazado por el odio y la incomprensión del mundo exterior.

Tu mundo y mi mundo (MJ fanfic)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora