28: El Adiós

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Elizabeth miraba desesperada a su hija mientras Victoria recogía sus pertenencias y las metía en una gran valija.

—Por favor, Victoria, no te vayas —rogaba Elizabeth, su voz quebrada por el llanto—. Esta es tu casa, somos tu familia.

Victoria apenas la miraba, su rostro endurecido por la determinación. No podía seguir allí, no después de todo lo que había pasado.

—Ya no tengo nada que ver con esta casa —respondió Victoria con frialdad, cerrando la valija con un chasquido final.

Elizabeth se derrumbó en una silla, sus lágrimas cayendo silenciosamente mientras observaba a su hija alejarse de la habitación.

Antes de que pudiera llegar a la puerta, Frederick la abordó, su rostro contorsionado por la ira. Se plantó frente a ella, invadiendo peligrosamente su espacio personal.

—¿A dónde crees que vas? —escupió, su voz densa de veneno—. Aún eres mía. No lo olvides.

Victoria se detuvo, respirando profundamente para calmarse. Luego, con una mirada de acero, se acercó a él. Sus ojos eran fuego puro.

—Nunca he sido tuya, Frederick —dijo, cada palabra pronunciada con precisión y desprecio.

Y, sin previo aviso, escupió en el ojo de Frederick, que retrocedió, sorprendido y furioso, limpiándose el rostro con la manga.

—¡Maldita sea, Victoria! —gritó, pero ella ya había pasado a su lado, ignorando sus amenazas.

Bajó las escaleras rápidamente, encontrando a Clara esperándola en la puerta con una expresión de preocupación.

—Señorita Victoria, ¿está segura de esto? —preguntó Clara, su voz temblando.

Victoria asintió, forzando una pequeña sonrisa.

—Sí, Clara. Estoy segura. Gracias por todo.

Clara la acompañó hasta la casa de los Jackson. Al llegar, Michael y su familia la recibieron con abrazos cálidos y sonrisas acogedoras. Clara, la madre de Michael, la llevó a la habitación de las niñas, donde había improvisado una cama para ella.

—No tenemos muchas habitaciones, pero hemos hecho lo mejor que hemos podido —dijo Clara, acomodando las mantas en un rincón del cuarto.

Victoria asintió, sus ojos llenándose de lágrimas de alivio.

—Gracias, Clara. De verdad, gracias.

Clara la abrazó con fuerza, sus palabras suaves y consoladoras.

—Aquí estarás a salvo, querida. Eres parte de nuestra familia ahora.

Victoria se sintió agradecida. Sabía que tenía un largo camino por delante, pero con Michael y su nueva familia a su lado, sentía que podía enfrentarlo todo.

Victoria despertó temprano en la casa de los Jackson, sintiendo una mezcla de alivio y aprehensión. Había sido una noche larga y emocional, pero ahora estaba en un lugar donde se sentía segura y amada. Clara había hecho lo mejor posible con la cama improvisada, y aunque no era la comodidad a la que estaba acostumbrada, se sentía más en paz que nunca.

Al levantarse, encontró una nota de su madre oculta en su valija. La tarjeta decía: "Recibirás dinero cada vez que pueda enviarlo. Te amo, mamá". Al lado de la nota había un sobre con una considerable cantidad de dinero.

Ese día, Michael sugirió que dieran un paseo en bicicleta para despejar la mente y disfrutar del aire libre.

—¿Vamos a por helado? —preguntó Michael con una sonrisa traviesa.

—Me parece una idea excelente —respondió Victoria, su rostro iluminado por una sonrisa genuina.

Tomaron sus bicicletas y pedaleando juntos, se dirigieron hacia el centro de la ciudad. Era un día soleado y cálido, y la brisa les despeinaba el cabello mientras cruzaban los caminos de tierra y las calles adoquinadas. A lo largo del camino, Victoria se sintió más libre de lo que había estado en mucho tiempo, sus problemas momentáneamente olvidados en la compañía de Michael.

Llegaron a la heladería, un pequeño local pintoresco con mesas al aire libre. Michael se inclinó sobre el mostrador y pidió un helado de chocolate para él y uno de vainilla para Victoria.

—Pero, ¿por qué no compramos más para todos? —sugirió Victoria, mostrando el dinero que su madre había escondido en su valija.

Michael la miró sorprendido, pero luego asintió.

—Buena idea. Les encantará.

Compraron varios helados más y los colocaron cuidadosamente en una caja para llevar de vuelta. Mientras pedaleaban de regreso, Victoria no podía evitar sentirse agradecida por el pequeño acto de bondad de su madre. A pesar de todo lo que había pasado, sabía que su madre aún la amaba y quería lo mejor para ella.

Al llegar a la casa de los Jackson, fueron recibidos con entusiasmo por las niñas y los hermanos de Michael.

—¡Helado! —gritaron las niñas, corriendo hacia ellos.

Michael y Victoria repartieron los helados, y pronto todos estaban disfrutando del dulce regalo bajo el sol. Las risas y las conversaciones llenaron el aire, creando un ambiente de alegría y camaradería que Victoria anhelaba desde hacía mucho tiempo.

Michael se acercó a Victoria mientras observaban a las niñas disfrutar de sus helados.

—Gracias por esto —dijo, tomando su mano—. Les has alegrado el día.

Victoria sonrió, apretando su mano.

—Y tú me has alegrado la vida.

Se quedaron allí, disfrutando del momento, sabiendo que, aunque el camino por delante sería difícil, al menos tenían estos pequeños instantes de felicidad y libertad para sostenerlos.

Tu mundo y mi mundo (MJ fanfic)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora