8: En el Bosque de los Sueños

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Victoria regresó a casa frustrada y enojada después de su primera clase de ballet. Sus expectativas de una experiencia elegante y gratificante se habían desmoronado rápidamente. Los instructores eran severos y la competencia con las otras chicas era abrumadora. Sentía que no encajaba en ese mundo rígido y disciplinado.

Mientras caminaba hacia su casa, vio a Michael a lo lejos. Al acercarse, él notó su expresión y se preocupó.

—¿Qué pasa, Victoria? —preguntó Michael con suavidad.

—La clase de ballet fue un desastre —respondió Victoria, su voz llena de frustración—. Los instructores son impacientes y las otras chicas son horribles. No me enseñan con la paciencia que tú tienes.

Michael sonrió con ternura.

—Un tropezón no es caída, Victoria. Todos tenemos días malos.

Ella suspiró, sintiendo algo de consuelo en sus palabras.

—Gracias, Michael. Eres el único que sabe cómo hacerme sentir mejor.

Más tarde ese mismo día, Victoria y Michael se las ingeniaron para ir en bicicleta hasta un bosque a las afueras de la ciudad. El aire fresco y el ambiente tranquilo del bosque les ofrecieron un respiro del mundo complicado en el que vivían. Se sentaron en un claro, rodeados por altos árboles que parecían tocar el cielo.

—Este lugar es increíble —dijo Victoria, mirando a su alrededor.

—Sí, es uno de mis lugares favoritos —respondió Michael, recostándose sobre la hierba.

Empezaron a charlar, haciendo comentarios y chistes sobre la vida y sus experiencias. Michael, con su ingenio y sentido del humor, logró arrancar varias risas de Victoria. En un momento, él comentó:

—Dicen que los negros hacemos todo mejor: cantamos mejor, bailamos mejor...

Victoria lo miró con una sonrisa juguetona.

—Entonces, ¿me vas a demostrar lo de cantar mejor? —dijo con un tono de reto.

Michael se rió y negó con la cabeza.

—No sé si debería...

—Vamos, Michael. Te lo ruego. Quiero escucharte cantar.

Después de mucha insistencia, Michael finalmente accedió. Se levantó y comenzó a cantar "Amazing Grace", una canción que siempre había resonado en su corazón. Su voz era profunda y conmovedora, llena de emoción y sinceridad. Mientras cantaba, Victoria lo observaba, completamente cautivada. Había algo en su voz que la tocaba profundamente, más allá de la amistad que compartían.

Cuando Michael terminó de cantar, Victoria sintió una oleada de emociones que no podía explicar.

—Fue hermoso, Michael —dijo, sus ojos brillando con admiración—. Cantas con el alma.

Michael sonrió, un poco tímido por el cumplido.

—Gracias, Victoria.

Sentados bajo los árboles, Victoria se dio cuenta de que sus sentimientos hacia Michael eran más profundos de lo que había admitido. Mientras él continuaba hablando y bromeando, ella pensó en lo diferente que sería su vida si las barreras de la sociedad no existieran. Si las cosas fueran diferentes, si no vivieran en un mundo tan lleno de prejuicios y odio, ella se casaría con él sin dudarlo.

En ese momento, rodeados por la naturaleza y la paz del bosque, Victoria y Michael compartieron algo más que palabras. Compartieron sueños y esperanzas, y la promesa silenciosa de que, a pesar de las dificultades, siempre se tendrían el uno al otro.

Victoria suspiró profundamente, mirando el cielo entre las ramas de los árboles.

—A veces, desearía que todo fuera diferente. Que no hubiera tanta diferencia entre la gente, que pudiéramos ser libres de ser quienes somos sin miedo al juicio o al odio —dijo con una voz suave, casi un susurro.

Michael asintió, comprendiendo perfectamente sus sentimientos.

—Yo también lo deseo, Victoria. Pero mientras tanto, tenemos estos momentos, este bosque. Aquí, somos solo tú y yo, sin etiquetas ni prejuicios.

Victoria se acercó más a Michael, sintiendo la calidez de su presencia.

—Si pudiera, me quedaría aquí para siempre —dijo ella, apoyando su cabeza en el hombro de Michael.

Michael sonrió, sintiendo una extraña mezcla de alegría y tristeza.

—Yo también, Victoria. Yo también.

Después de un rato, Michael se levantó y le tendió la mano a Victoria.

—Vamos, te enseñaré a bailar un poco más. Quizás no sea ballet, pero te prometo que te divertirás.

Victoria tomó su mano y se levantó, riendo.

—Confío en ti, Michael. Vamos a bailar.

Bajo la sombra de los altos árboles, Michael comenzó a guiarla en un vals improvisado. Sus pasos eran torpes al principio, pero pronto se sincronizaron, moviéndose al unísono con una gracia natural. Rieron y bromearon mientras bailaban, disfrutando de la libertad y la conexión que compartían.

Finalmente, agotados, se dejaron caer sobre la hierba y miraron el cielo, que empezaba a teñirse de tonos anaranjados con la puesta del sol.

—Gracias por esto, Michael —dijo Victoria, girando su cabeza para mirarlo—. No sé qué haría sin ti.

Michael sonrió y le apretó la mano.

—Siempre estaré aquí para ti, Victoria. Siempre.

Tu mundo y mi mundo (MJ fanfic)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora