18: Baile de Primavera

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Victoria se miró al espejo y apenas se reconoció. Su vestido azul claro realzaba su figura, y sus rizos castaños, normalmente recogidos, caían sueltos sobre sus hombros. Se sentía hermosa, pero una inquietud latente no la dejaba en paz.

Nichola, el chico con quien había aceptado ir al baile de primavera, llegó en su flamante auto rojo. Al abrir la puerta del coche, le sonrió con una mezcla de arrogancia y admiración.

—Por favor, ten cuidado con las alfombras y el cuero, Victoria —dijo Nichola, casi como una orden.

Victoria asintió, pero sintió una punzada de indiferencia. ¿Era esto lo que debía esperar de la noche? Subió al auto con cuidado, cerrando la puerta suavemente.

En casa, su padre, George, estaba radiante de felicidad. Su madre, Elizabeth, sonreía con dulzura, mientras que Frederick observaba la escena con celos apenas disimulados. Victoria sintió un escalofrío al notar su mirada.

El baile de primavera era el evento más esperado del año en la escuela. El gimnasio estaba decorado con luces y guirnaldas, y la música llenaba el aire. Sin embargo, al entrar, Victoria notó algo que le hizo fruncir el ceño: el gimnasio estaba dividido por una reja. Blancos por un lado, negros por el otro.

—Es... para evitar problemas —le explicó Nichola, encogiéndose de hombros.

Victoria apenas lo escuchaba. A lo lejos, vio a Michael bailando con sus amigos, animado y despreocupado. Vestía un traje marrón oscuro que le quedaba perfecto. Al verlo, una sonrisa se dibujó en su rostro. Michael se percató de su presencia y quedó pasmado al verla tan hermosa. Se miraron a través de la reja, y durante un breve momento, el mundo exterior desapareció.

—¡Victoria! —gritaron sus amigas, llamándola a la pista de baile.

Victoria se giró hacia Michael.

—Te ves muy bien, Michael —dijo, con una sonrisa.

—Tú también, Victoria. Estás... increíble —respondió Michael, con una mezcla de admiración y tristeza.

Las amigas de Victoria la rodearon y la llevaron a la pista. Nichola la tomó de la mano y comenzaron a bailar. Pero su mente estaba con Michael, y sus ojos volvían a la reja cada pocos segundos. Sentía una mezcla de emociones: tristeza, frustración y un anhelo profundo.

La música seguía, y el gimnasio estaba lleno de risas y movimientos. Los chicos y chicas blancos bailaban con elegancia, mientras que del otro lado de la reja, los chicos y chicas negros se movían con una energía y libertad que Victoria envidiaba.

Durante un descanso, Victoria se acercó a la reja nuevamente. Michael estaba allí, esperándola.

—¿Te estás divirtiendo? —preguntó Michael, con una sonrisa torcida.

—Más o menos —respondió Victoria, suspirando—. Esto no es lo que esperaba.

Michael asintió, entendiendo perfectamente.

—Yo tampoco —dijo, mirando a su alrededor.

—Me gustaría que estuviéramos en el mismo lado de la reja —confesó Victoria, su voz llena de sinceridad.

Michael sonrió.

—Yo también, Victoria. Pero por ahora, esto es lo mejor que podemos hacer.

En ese momento, Nichola apareció detrás de Victoria.

—Vamos, Victoria. Es hora del siguiente baile —dijo, tomándola de la mano con firmeza.

Victoria asintió y se despidió de Michael con una mirada llena de significados no dichos. Volvió a la pista, pero su corazón estaba con Michael.

La noche continuó, y aunque Victoria bailó y rió con sus amigos, no podía quitarse de la cabeza la injusticia de la situación. Sabía que, de alguna manera, tenía que encontrar una forma de derribar esa reja, tanto física como metafóricamente.

Mientras la música seguía y las luces parpadeaban, Victoria se prometió que haría todo lo posible por cambiar las cosas. Porque en su corazón, sabía que el amor y la amistad no debían estar limitados por rejas ni por los prejuicios de la sociedad.

La noche avanzaba y Victoria, a pesar de la compañía de Nichola y sus amigos, no podía dejar de pensar en Michael y en la injusticia que los separaba. Al acercarse al borde de la pista, sus amigas la llamaron una vez más.

—¡Victoria, ven! —gritó una de ellas—. Vamos a bailar el vals final.

Victoria asintió y se unió a ellas, pero su mente seguía con Michael. El vals comenzó y, aunque trató de concentrarse, sus pasos eran mecánicos. Nichola intentó hablar con ella, pero sus palabras se desvanecían en el ruido de la música y la charla.

Finalmente, el vals terminó y Victoria se retiró un poco, necesitando un respiro. Se acercó a la reja una vez más, buscando a Michael. Lo encontró, observándola con una expresión de tristeza y resignación.

—No puedo soportar esto —dijo Victoria, con lágrimas en los ojos—. Quiero estar contigo, Michael.

Michael suspiró y miró alrededor, asegurándose de que nadie estuviera escuchando.

—Y yo contigo, Victoria. Pero tenemos que ser cuidadosos. Esto no es solo por nosotros, es por todo lo que representamos.

Victoria asintió, comprendiendo pero no aceptando completamente la realidad.

—Te veré mañana, entonces —dijo, con una sonrisa triste.

—Mañana —respondió Michael, devolviéndole la sonrisa.

Victoria regresó a la pista y, aunque trató de disfrutar el resto de la noche, su corazón estaba dividido. Sabía que la lucha apenas comenzaba, pero estaba dispuesta a enfrentarse a lo que fuera necesario para estar con Michael. Porque, en el fondo, sabía que su amor era más fuerte que cualquier reja o prejuicio.

Tu mundo y mi mundo (MJ fanfic)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora