26: El Grito del Injusto

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Victoria volvía de sus supuestas clases de piano, el crepúsculo teñía el cielo de un naranja profundo mientras caminaba por la acera hacia su casa. Estaba de buen humor, pensando en su última visita a la iglesia con Michael y cómo habían reído juntos. Pero al llegar a la casa, notó algo inusual: dos patrullas de policía estaban estacionadas frente a su hogar, y varias personas se habían reunido en el jardín, murmurando entre sí.

Con el corazón acelerado, Victoria apresuró el paso y subió los escalones del porche. Antes de que pudiera entrar, uno de los policías la detuvo.

—Señorita Thompson, espere aquí.

—¿Qué está pasando? —preguntó ella, con la voz temblorosa.

Antes de que el oficial pudiera responder, George, su padre, apareció en la puerta, con el rostro rojo de ira. La tomó por los hombros y la sacudió, gritando con furia descontrolada.

—¡¿Cómo pudiste, Victoria?! ¡¿Cómo pudiste juntarte con un negro siendo una Thompson?! ¡Eres una vergüenza para la familia! ¡Encima de ladrón, es golpeador!

Victoria estaba aturdida, su mente tratando de procesar lo que su padre estaba diciendo. No entendía de qué hablaba su padre. En un instante, comprendió lo que su padre mencionaba.

—¡Papá, no! —gritó, luchando por liberarse del agarre de su padre—. ¡Michael no es un ladrón! ¡Michael nunca me haría daño!

George, cegado por la ira, no quiso escucharla. Sus ojos brillaban con una mezcla de rabia y desilusión.

—¡No puedo ni mirarte a los ojos! —espetó, soltándola bruscamente.

Victoria cayó de rodillas al suelo, lágrimas de desesperación corriendo por su rostro. Miró a su alrededor, buscando a Michael, y entonces lo vio. Estaba en el patio, siendo llevado esposado por dos policías. Su rostro reflejaba una mezcla de resignación y dolor.

—¡Michael! —gritó Victoria, levantándose y corriendo hacia él.

Los policías trataron de detenerla, pero ella luchó con todas sus fuerzas, pateando y golpeando en un intento desesperado de llegar a él.

—¡Déjenlo! ¡Él no hizo nada! ¡Michael!

Michael, ya sentado en la parte trasera de la patrulla, le dedicó una última sonrisa dolorosa.

—Todo estará bien, Victoria —dijo con una voz que intentaba ser tranquilizadora, aunque llena de tristeza.

—¡No, no te lo lleven! —suplicaba Victoria, su voz quebrada por el llanto—. ¡Por favor, no se lo lleven!

Los policías la apartaron, su fuerza parecía nula contra ellos. Victoria cayó al suelo, sus gritos llenando el aire mientras la patrulla se alejaba, llevándose a Michael.

Clara salió corriendo de la casa, arrodillándose junto a Victoria y abrazándola fuertemente.

—Tranquila, mi niña, tranquila —le susurraba Clara, sus propias lágrimas cayendo—. Todo va a estar bien.

Pero Victoria no podía calmarse. Sentía una impotencia y desesperación abrumadoras. Su mundo se desmoronaba a su alrededor y no podía hacer nada para detenerlo.

Mientras la patrulla desaparecía en la distancia, Frederick se acercó, una sonrisa de satisfacción en su rostro. George lo miró, todavía furioso, pero con una extraña sensación de alivio al creer que había protegido a su hija.

—Hiciste lo correcto, George —dijo Frederick, poniendo una mano en su hombro—. Ella necesita aprender de sus errores.

Victoria, aún en los brazos de Clara, sintió una nueva oleada de odio hacia Frederick. Sabía que había sido él quien había causado todo esto. Y en ese momento, juró que haría todo lo posible por limpiar el nombre de Michael y llevar a Frederick ante la justicia.

Pero por ahora, todo lo que podía hacer era llorar y sentir la impotencia de no poder hacer nada más.

Tu mundo y mi mundo (MJ fanfic)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora