27: Un Encuentro en la Oscuridad

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Victoria despertó sobresaltada, sintiendo una mano suave en su hombro. Abrió los ojos lentamente, su cuerpo protestando por haber pasado la noche durmiendo en el incómodo banco de la comisaría. Frente a ella estaba Nichola, con una expresión mezcla de preocupación y curiosidad.

—¿Qué haces aquí, Victoria? —preguntó Nichola, sosteniendo una taza de chocolate caliente.

Victoria se frotó los ojos y se enderezó en el banco, intentando comprender su entorno. El lugar aún olía a desinfectante y a café rancio. Se sentía sucia, desgastada por la noche sin dormir.

—¿Qué haces tú aquí? —replicó, su voz áspera por el cansancio.

—Mi padre es el sheriff —respondió Nichola, ofreciendo la taza de chocolate—. Te traje esto. Pensé que te vendría bien.

Victoria miró la taza con recelo, pero el hambre y la sed pudieron más que su desconfianza. Tomó la taza y sorbió un poco del líquido caliente, sintiendo cómo el calor se extendía por su cuerpo.

—Gracias —murmuró, sin mucha convicción.

Nichola se sentó junto a ella, su presencia invadiendo el espacio de Victoria de una manera incómoda.

—¿Es cierto que estás saliendo con un chico de color? —preguntó Nichola, su tono intentando ser casual, aunque no lograba ocultar del todo la desaprobación.

Victoria asintió, sin querer entrar en detalles. Pero Nichola, animado por la respuesta, continuó.

—Esas cosas no acaban bien —dijo Nichola—. Hay demasiadas diferencias. No sé, yo no lo entiendo del todo, pero...

—No tienes por qué entenderlo —interrumpió Victoria, su tono cortante—. Es mi vida, Nichola.

Antes de que Nichola pudiera responder, el sheriff apareció en la entrada de la sala de espera.

—Señorita Thompson, puede ver a su amigo ahora.

Victoria se levantó de un salto, dejando a Nichola con las palabras en la boca. Dos oficiales traían a Michael, esposado, con la misma ropa de ayer, pero ahora llena de polvo y mugre. Su rostro mostraba signos de cansancio, pero al ver a Victoria, sus ojos brillaron con una chispa de alegría.

—¡Michael! —exclamó Victoria, corriendo hacia él y abrazándolo fuertemente.

Los oficiales y Nichola los miraron con asco, sus rostros mostrando el desprecio que sentían por la escena. Pero Victoria no se dejó intimidar. Separándose un poco, miró a Michael a los ojos y lo besó, un beso lleno de amor y desafío.

Nichola, observando la escena, sintió una mezcla de celos y odio. Juró para sí mismo que haría lo que fuera necesario para estar con Victoria, incluso si eso significaba deshacerse de Michael.

Victoria se dirigió al sheriff con determinación, sacando un pequeño cofre lleno de sus alhajas de oro y plata.

—Aquí está la fianza —dijo, colocando el cofre sobre el escritorio del sheriff.

El sheriff miró las joyas con codicia y, tras un momento de deliberación, asintió.

—Está bien —dijo—. Michael queda en libertad bajo fianza.

Los oficiales soltaron las esposas de Michael, y él abrazó a Victoria nuevamente, esta vez con una mezcla de gratitud y amor.

—Gracias —dijo Michael, su voz llena de emoción.

—No te preocupes —respondió Victoria, sonriendo—. Todo va a estar bien.

Mientras salían de la comisaría, Victoria sintió el peso de las miradas de desprecio sobre ellos, pero no le importaba. Tenía a Michael a su lado, y eso era todo lo que necesitaba.

Tu mundo y mi mundo (MJ fanfic)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora