Capituló 37

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Viernes 18 de agosto de 2024

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Viernes 18 de agosto de 2024

Narrado por Isabel:

Me encontraba en el café cubriendo mi turno de la mañana. Me sentía extraña al sentir la mirada de todos mis compañeros encima de mi.

—Eres famosa, Isabel —escucho a Carlos decirme.

—¿Que? ¿Yo famosa? —preguntó frunciendo el seño.

—Si, lo acabe de ver en Facebook —Esther me dice tomando su teléfono para mostrarme.

Con el ceño fruncido, me acerco a ella para mirar lo que me mostraba. Al principio, no entendía qué era lo que estaba viendo. Mi corazón comenzó a latir más rápido cuando reconocí las fotos. Eran las fotos del diario de Amelia, las que yo le había tomado sin su consentimiento. Allí estaba todo: la lista de fantasías, las fotos de ella y yo besándonos y todas las fotos de su íntimo diario. Mis manos comenzaron a temblar, y sentí como si el mundo se desmoronara a mi alrededor.

—No puede ser... —murmuré, sintiendo como la sangre abandonaba mi rostro.

—Esa mujer realmente es sadica —dice Carlos con una sonrisa.

—Yo... yo no sé cómo pasó esto. Solo yo tenía esas fotos —digo en un susurro, incapaz de apartar la vista del teléfono.

La culpabilidad y el miedo me invade. ¿Cómo se habían filtrado esas fotos? ¿Quién podría haber tenido acceso a ellas? La única explicación que me venía a la mente era que alguien había hackeado mi teléfono o mi computadora, pero ¿quién? Mis pensamientos se entrelazaban mientras trataba de encontrar una solución, pero solo podía pensar en Amelia y en cómo esto la estaba afectando.

Necesitaba hablar con ella, explicarle todo. Pero, ¿qué podía decir? ¿Cómo podría pedirle perdón por algo tan grave? Las lágrimas comenzaron a acumularse en mis ojos mientras intentaba mantener la compostura frente a mis compañeros.

Sabía que ella no me perdonaría nunca. Sentí un nudo en el estómago y una desesperación que me impedía pensar con claridad.

—Lo siento, pero tengo que irme —dije, devolviendo el teléfono a Esther y dirigiéndome hacia la puerta.

—¿Isabel, adónde vas? —preguntó Carlos, sorprendido.

—Es urgente. Cúbranme, por favor —respondí sin mirar atrás.

Salgo del café con el corazón en la garganta, sabiendo que no tenía mucho tiempo. Amelia probablemente ya habría visto las fotos, y cada minuto que pasaba hacía que todo fuera aún peor. Subo a mi auto y arranco a toda velocidad, mi mente era todo un caos, no sabía que le diría pero quería verla.

Mientras conduzco, tomo mi teléfono y marco el número de Amelia. Escucho los tonos de llamada, pero solo llega a su buzón de voz. Intento otra vez, rogando que conteste, pero nuevamente soy enviada al buzón. La frustración y el pánico se apoderan de mí haciendo que mi mano tiemble en el volante.

Cumpliendo sus fantasías Donde viven las historias. Descúbrelo ahora