Capítulo 40

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Miércoles 17 de enero de 2025

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Miércoles 17 de enero de 2025

Narrado por Amelia:

Mi estadía en New York se había prolongado más de lo planeado. Había viajado desde Italia al ser contactada por la clínica en la que reside mi padre. El estaba en sus últimas y parecía no quedarle mucho tiempo de vida, decidí estar con él hasta su último suspiro. Iba casi todos los días a la clínica a verlo junto a Alicia y apesar de que el ya no podía hablar y mucho menos reconocerme de alguna forma mi presencia lo hacía sentir mejor.

—Oye Amelia —Alicia me llama, cuando estamos por salir de la clínica —¿Quieres ir a una cabaña que tengo a las afueras de la ciudad?

—Está bien —respondo, tratando de esbozar una sonrisa, aunque el dolor en mi pecho lo hace difícil.

Nos tomamos de la mano y salimos del lugar, el frío de enero se siente aún más helado hoy. Caminamos en silencio hasta el auto, cada una sumida en sus propios pensamientos.

Llegamos a la cabaña al caer la tarde. Es un lugar hermoso, rodeado de árboles y con una chimenea que Alicia enciende de inmediato. El calor del fuego comienza a disipar el frío de mis huesos, pero no el que siento en mi corazón. Me siento en el sofá y miro las llamas danzantes, perdiéndome en mis pensamientos.

Alicia se sienta a mi lado y me envuelve en un abrazo.

—Estoy aquí para ti, Amelia —susurra.

—Lo sé —respondo, apoyando mi cabeza en su hombro—. Gracias, Alicia.

Las lágrimas comienzan a caer silenciosamente por mis mejillas. No hay palabras suficientes para expresar el dolor y la impotencia que siento.

Al día siguiente, Alicia me invita a nadar un poco en una cascada que queda cerca. La idea de sumergirme en agua fría me parece extrañamente buena, como si el agua pudiera lavar el dolor que llevo dentro.

Nos dirigimos a la cascada en silencio, disfrutando del paisaje natural que nos rodea. El sonido del agua cayendo es hipnotizante y, por un momento, me siento en paz.

Nos desvestimos hasta quedar en trajes de baño y entramos al agua. El frío me hace jadear, pero pronto mi cuerpo se adapta. Alicia nada cerca de mí, su presencia constante y tranquilizadora.

Por un momento nos encontramos frente a frente, flotando en el agua. Nos miramos fijamente, y en esos ojos veo todo el apoyo y el amor que me ha ofrecido sin condiciones. El momento parece estirarse, como si el mundo se hubiera detenido alrededor nuestro.

Sin pensarlo demasiado, me acerco y beso sus labios. Al principio, parece sorprendida, pero pronto responde a mi beso. Pero me alejo abruptamente al escuchar un ruido proveniente de los arbusto.

—¿Escuchaste eso? —le preguntó, mirando hacia todos lados.

—Si, tal vez fue un mapache, le gustan mucho merodear por estas zonas —me explica.

Cumpliendo sus fantasías Donde viven las historias. Descúbrelo ahora