Capítulo 43

12.9K 1K 409
                                    

Martes 7 de febrero de 2025

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Martes 7 de febrero de 2025

Narrado por Amelia:

Me encontraba caminando junto a Carla por un pasillo que me llevaría hasta la habitación en la que se encuentra Isabel.

Alicia decidió quedarse afuera, en la parte de atrás del hospital con el auto, para no correr el riesgo de ser vista por algún familiar de Isabel.

Antes de entrar a la habitación Carla me detiene y me entrega una bata desechable, una mascarilla y guantes de látex. Rápidamente me pongo todo.

—Es esa habitación —Carla me señala —Solo tienes 10 minutos Amelia.

Asiento y con mi corazón latiendo a mil en mi pecho camino hacia la habitación, giró la perilla y entro a esta, cerrándola detrás de mi.

El cuarto está un poco oscuro, iluminado solo por la luz suave que se filtra a través de las persianas cerradas. Isabel esta en la cama, su figura frágil apenas visible bajo las sábanas blancas. El monitor cardíaco emite un pitido constante.

Me acerco lentamente, como si temiera que un movimiento brusco pudiera romper la delicada calma que reina en la habitación. Al llegar a su lado, el dolor en mi pecho se intensifica al verla así, tan vulnerable, conectada a todos esos aparatos. Su piel está pálida, sus labios resecos, y la serenidad en su rostro es torturador para mí.

Me siento en la silla al lado de su cama y, con miedo, le tomo la mano. Está fría al tacto, inerte, pero no puedo evitar apretar sus dedos, como si con eso pudiera transmitirle algo, cualquier cosa, que la trajera de vuelta.

—Isabel... —mi voz sale apenas en un susurro —Estoy aquí...

No sé si puede escucharme, no sé si mis palabras logran penetrar la oscuridad en la que está sumida, pero siento que debo intentarlo. Las lágrimas empiezan a acumularse en mis ojos, nublando mi visión.

—Lo siento tanto —continúo, mi voz quebrándose—Si hubiera sabido... si hubiera hecho algo diferente...

Las palabras se me escapan, ahogadas por el llanto silencioso que ahora sacude mi cuerpo. No sé qué más decir, no sé si hay algo que pueda decir que haga una diferencia en este momento. Solo sé que no quiero perderla, que no estoy lista para dejarla ir. Pero, mientras estoy aquí, sentada junto a su cama, con su mano fría entre las mías, la realidad de la situación me golpea.

Observó su muñeca viendo como esta está vendada, su brazo lleno de cortes que yacen suturados. Es una imagen que se clava en mi mente, imposible de borrar. Cada uno de esos cortes es el reflejo de su dolor, de la desesperación que la llevó a este punto. No sé con certeza que la hizo llegar a este extremo, pero muy al fondo sé que es por mi culpa.

—Perdóname, mi amor... —susurro, sintiendo cómo las lágrimas caen por mis mejillas —Nunca quise que llegaras a esto, nunca imaginé...

Mis palabras se ahogan en el nudo que se forma en mi garganta. Me inclino hacia ella, apoyando mi frente en su mano, tratando de encontrar algún tipo de consuelo en su contacto, aunque esté inmóvil. El pitido constante del monitor es lo único que rompe el silencio, un recordatorio cruel de que Isabel está atrapada en un estado entre la vida y la muerte, y no puedo hacer nada para traerla de vuelta.

Cumpliendo sus fantasíasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora