Martes 22 de enero de 2026.
Narrado por Amelia:
Me encontraba en el hospital en el que estaba haciendo mi pasantía. Estaba viviendo en el estado de Arizona - Phoenix desde hace aproximadamente siete meses
Mi vida iba relativamente bien, pasaba gran parte de mi día en el hospital y cuando no estaba en este me lo pasaba en casa, descansando y estudiando. Vivía en una casa de tamaño normal y de aspecto común, siempre he preferido vivir en casas que en departamentos, a pesar de que tengo algunos que mi padre me obsequió nunca los he utilizado, algunos están en alquiler y otros simplemente están ahí sin ser utilizados.
Contraté a dos empleadas domésticas que me ayudan con la limpieza y la cocina, ya que mis horarios son agotadores y no tengo la energía para encargarme de las tareas del hogar. A veces, después de mis turnos en el hospital, me siento tan exhausta que apenas logro mantener los ojos abiertos para estudiar un par de horas antes de desplomarme en la cama.
La vida en Phoenix es bastante diferente a lo que había imaginado cuando decidí mudarme. El calor llegaba a ser insoportable aveces, y aunque me había acostumbrado a ello, todavía había días en los que sentía que el sol penetraba hasta mis huesos. A pesar de eso, me sentía bien viviendo ahí.
En estos meses, he logrado evitar pensar demasiado en el pasado. El trabajo me ha servido de escape, pero sé que es solo una medida temporal. Las cicatrices siguen ahí, latentes, esperando el momento adecuado para recordarme que no he superado del todo lo que pasó.
El hospital se ha convertido en mi segundo hogar. El personal aquí es amable, aunque mantengo cierta distancia emocional, algo que he aprendido a hacer muy bien con los años. Mis supervisores están satisfechos con mi desempeño, y aunque no lo demuestro, esa pequeña validación significa mucho para mí. Es como si al demostrar mi valía como profesional, pudiera compensar por las partes de mi vida que han salido mal.
Sin embargo, en los momentos de calma, cuando el hospital se sumía en el silencio de la madrugada, esos recuerdos volvían a acecharme. Pensaba en Isabel, en su despertar, y en lo que habría pasado si me hubiera quedado en Chicago. Me preguntaba si ella habría comprendido por qué me fui, o si seguía odiándome por ello.
A veces, me sentía tentada a coger el teléfono y llamar a Carla y preguntar por ella. Pero sabía que una conversación con ella me haría más mal que bien en este punto.
Me sacudo esos pensamientos de la cabeza y me concentro en la tarea que tengo entre manos. La jornada aún no había terminado, y en la medicina, la concentración lo es todo. Sabía que tenía que seguir adelante, un día a la vez, sin dejar que los fantasmas del pasado me atraparan nuevamente.
—Amelia, ¿cuando salgamos te apetece ir por unas copas? —escucho decir a mi compañero Jhon.
Levantó la vista de los papeles que estaba revisando y lo miro, intentando esbozar una sonrisa.
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Cumpliendo sus fantasías
RomanceEn los pasillos de la Universidad de Willowbrook, la estricta profesora Amelia Smith es conocida por su rigidez y su intransigencia. Soltera y solitaria, nadie parece conocer la historia detrás de su fachada de hielo. La joven universitaria, Isabel...