Lunes 14 de agosto de 2024
Narrado por Amelia:
Nos encontrábamos en la mesa de la cocina, con una pequeña tarta frente a nosotras. Era mi cumpleaños número 38, y Isabel había preparado todo con esmero. Había insistido en hacer la tarta ella misma, y aunque no era una repostera experta, el resultado había sido encantador.
—Vamos, Amelia, pide un deseo —dijo, encendiendo una vela en el centro de la tarta.
Cerré los ojos y pensé en todo lo que había deseado y lo que ya tenía. Isabel era mi mayor regalo, y todo lo que deseaba era seguir compartiendo mi vida con ella, día tras día. Abrí los ojos y soplé la vela, viendo cómo la pequeña llama se extinguía.
Isabel me miró con una sonrisa radiante y dijo:
—Feliz cumpleaños, mi amor.
Antes de que pudiera responder, se inclina hacia adelante y me besa. Es un beso suave y lleno de cariño, que me hace querer derretirme en sus brazos.
—Te amo, Amelia —susurró Isabel contra mis labios
—Yo también te amo —respondo dandole otro beso.
La abrazo con fuerza, sintiéndome feliz de tenerla a mi lado. No podía pedir nada más. En ese momento, sabia que mi deseo se había cumplido.
Partimos un trozo de la tarta y lo comimos juntas, disfrutando del sabor dulce y los pequeños trozos de fruta que este tenía. Isabel puso su corazón en cada detalle, y eso hacía que todo supiera mejor.
Al día siguiente, despierto con el suave aroma del café y el sonido de pasos ligeros. Abro los ojos y veo a Isabel entrando a la habitación con una bandeja de desayuno: huevos revueltos, tostadas, frutas frescas y un vaso de jugo de naranja. En su otra mano sostenía un ramo de tulipanes.
—Buenos días, cumpleañera —dice, con una sonrisa que ilumina la habitación.
—Buenos días —respondo, sintiendo una felicidad extrema al verla.
Coloca la bandeja sobre la cama y se sienta a mi lado, acariciando suavemente mi cabello.
—Quería que tu día empezara de la mejor manera posible —dice, besándome en la frente.
—Y lo has logrado —respondo, sonriendo mientras tomo un sorbo de café —No hay mejor manera de despertar que con tu amor.
Ella toma el ramo de flores de la cama y me lo entrega junto a dos cartas.
—Amelia, la primera carta, la que tiene el número uno, es para que la leas en este momento —dice, con una mirada tierna —La otra es para que la leas cualquier día que te sientas mal o sola y yo no tenga la posibilidad de estar a tu lado para consolarte.
Tomo la carta con el número uno y la abro con cuidado. Al abrirla empiezo a leerla en voz alta:
Carta: Hoy, en tu cumpleaños, quiero que sepas cuánto te amo y cuánto significas para mí. Desde el momento en que entraste en mi vida, has sido mi mayor alegría y mi mayor apoyo. Eres el amor de mi vida, y no hay un solo día en el que no me sienta agradecida por tenerte a mi lado.
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Cumpliendo sus fantasías
RomantizmEn los pasillos de la Universidad de Willowbrook, la estricta profesora Amelia Smith es conocida por su rigidez y su intransigencia. Soltera y solitaria, nadie parece conocer la historia detrás de su fachada de hielo. La joven universitaria, Isabel...