Capítulo 42

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Lunes 30 de enero de 2025

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Lunes 30 de enero de 2025

Narrado por Amelia:

Nos encontrábamos de vuelta en la ciudad luego de haber pasado una semana completa en la cabaña de Alicia.

—¿Cuando regresemos a Italia empezarás a ejercer como médica? —Alicia me pregunta.

—Si, tal vez pueda hacerlo aquí mismo en Estados Unidos —respondo, terminando de limpiar algunas flores del jardín.

—Eso me gusta, ya es hora de que empieces a hacer lo que te apasiona.

Asiento mientras recojo los materiales que utilice y los llevo al depósito.

—Señora Alicia —una de las empleadas doméstica, una mujer de mediana edad con rostro preocupado, se detiene frente a Alicia —Disculpe la interrupción, pero hay alguien preguntando por usted en la puerta principal.

Alicia frunce el ceño y me lanza una mirada de confusión.

—¿Sabes quien es? —Alicia le pregunta a la mujer.

—Si, señora, es el señor Ronal —la mujer responde.

Alicia no pregunta más y se dirige a la entrada. Restándole importancia a saber quien es su visita, subo a mi habitación y me encierro en esta.

Después de un rato escucho que tocan mi puerta y al escuchar que es Alicia, le pido que pase.

—¿Ya te irás a dormir? —ella me pregunta, quedándose de pie cerca de mi cama.

—No, aún no.

—¿Quieres ver una película conmigo? —Alicia pregunta y puedo sentir la timidez en su voz.

—Si, me parece una buena idea —respondo levantándome de mi cama.

Bajamos juntas hasta la sala de cine. Alicia elige una película mientras yo me acomodo en uno de los sillones de terciopelo. Alicia se acomoda al lado de mi y la película inicia.

Cuando la película termina, la sala se sumerge en un silencio cómodo, solo interrumpido por el leve zumbido del proyector apagándose. Me estiro un poco, sintiendo el entumecimiento de haber estado sentada por tanto tiempo, mientras Alicia se queda quieta a mi lado, sus ojos todavía fijos en la pantalla ahora oscura.

—Fue una buena elección —digo en voz baja, como si no quisiera romper la calma que se ha instalado en la habitación.

Alicia asiente y se levanta, ofreciéndome su mano para ayudarme a levantarme del sillón. Tomo su mano sin dudar, sintiendo el calor de su piel contra la mía. Nos quedamos un momento de pie, mirándonos a los ojos, sin decir una palabra.

—Vamos a la terraza —dice finalmente, con un tono suave pero firme. Asiento, y ambas caminamos en silencio hacia la terraza, que está iluminada por las luces de la ciudad que se cuelan a través de las plantas que adornan el lugar.

Cumpliendo sus fantasías Donde viven las historias. Descúbrelo ahora