Capítulo 46

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Martes 14 de Junio de 2025

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Martes 14 de Junio de 2025

Narrado por Isabel:

Me encontraba en el jardín del que ahora era mi hogar por un tiempo indefinido. Un centro psiquiátrico lleno de personas con múltiples trastornos y enfermedades. Odiaba ese lugar, pero fuera de eso me generaba mucha paz a mi alma.

—Señora Carmen, ¿jugaremos ajedrez más tarde? —le preguntó acercándome a donde está tomando el sol.

—No se jugar ajedrez, niña —dice, mirándome con sus ojos cansados.

Sonrió al saber que en su juventud ella era de las mejores jugadoras de ajedrez en su ciudad, pero ahora la demencia había borrado casi todos sus recuerdos. Aún así, la señora Carmen seguía siendo mi compañera preferida en este lugar. Ella no recordaba el ajedrez, pero nuestra rutina de hablar cada tarde bajo el sol se mantenía constante, casi como un salvavidas para ambas.

Me siento a su lado, mirando al horizonte. El jardín estaba rodeado de altos árboles que ocultaban el mundo exterior. Era como si este pequeño pedazo de tierra fuese ajeno al caos de mi vida anterior. El viento movía las hojas de los árboles de una forma que me recordaba a las olas del mar. Nunca había sido fanática del mar, pero ahora deseaba perderme en su inmensidad, donde todo parecía insignificante.

—¿Cómo te sientes hoy? —me preguntó la señora Carmen de repente, como si su memoria volviera por un segundo.

—No lo sé —respondo con sinceridad —A veces mejor, a veces como si nada de lo que hago sirviera.

Ella asiente lentamente, como si entendiera. Quizá lo hacía. Las personas aquí hablaban poco, pero sentían mucho. Las emociones son tan visibles que podías casi tocarlas en el aire.

—El tiempo sana, niña —dice, sus ojos cerrándose de nuevo mientras deja que el sol bañe su rostro —Pero no de la manera que piensas. Sana en formas extrañas.

Sus palabras quedan flotando en el aire mientras yo las absorbía, reflexionando sobre ellas. ¿Estaba sanando? El dolor seguía allí, como una sombra que no me abandonaba. Pensaba en Amelia, en como nunca se preocupó por mi, en cómo todo lo que había sido parte de mi vida se desmoronó en cuestión de días. Amelia no había venido a verme cuando desperté. Ni siquiera una palabra. Me dejaron pudriéndome en este lugar, sola con mis propios fantasmas.

—Enpieza a vivir, niña. La vida no se detendrá porque estes triste, la vida no se detendrá porque la persona que amas no te ama y sobre todo el mundo no se detendrá porque quieras acabar con tu vida. Empieza a vivir día a día como si fuera el último día de tu existencia —la señora Carmen me dice sorprendiéndome.

La miro, sorprendida por la claridad de sus palabras. A veces, entre la niebla de su mente, Carmen soltaba verdades que me dejaban sin aliento. ¿Cómo podía alguien que había olvidado casi todo recordar lo más importante? Siento un nudo formarse en mi garganta, pero no quería llorar. Ya había derramado demasiadas lágrimas, lágrimas que nunca arreglarían lo que estaba roto dentro de mí.

Cumpliendo sus fantasías Donde viven las historias. Descúbrelo ahora