Domingo 22 de agosto de 2026.
Narrado por Amelia:
Nos encontrábamos en el auto camino al orfanato. Llevamos a Max con nosotras para que los niños pudieran conocerlo, y tuvimos que dejar a Roz en casa; los gatos no suelen ser tan sociables como los perros, y la pequeña bola de pelo probablemente hubiera preferido quedarse en su rincón cómodo.
Isabel estaba a mi lado, con los ojos ligeramente cansados después de su largo turno, pero aun así, sonriendo.
—¿Estás segura de que no quieres descansar? —le pregunto, una mano en el volante y la otra apoyada sobre su rodilla.
—Estoy bien, de verdad —responde, dándome una mirada que me tranquiliza —Dormí por más de ocho horas, eso es suficiente para hacerme descansar.
Asiento y continuamos el trayecto, y Max, que está en el asiento trasero, mueve la cola de un lado a otro, como si supiera que está a punto de vivir una aventura.
Poco después, llegamos al orfanato. Los niños nos observan con curiosidad al vernos entrar. Dos de las monjas del lugar se acercan a nosotras.
—Bienvenidas, doctoras —nos saludan estrechandonos la mano.
—Gracias por recibirnos —responde Isabel con su sonrisa cálida, mientras yo asiento agradecida.
Una de las monjas se inclina para acariciar a Max, quien se porta de lo más dócil y simpático, encantado con la atención.
—Nos alegra mucho que hayan traído al pequeño amigo también —dice una de ellas, riendo al ver a los niños acercarse lentamente, algunos algo tímidos, mientras Max mueve la cola emocionado.
Después de las bienvenidas, nos conducen al patio, donde los niños ya han empezado a formar un pequeño círculo alrededor de Max. De entre todos los niños veo a Sofía que camina hacia nosotras junto a una de las monjas. Ella todavía no se percata de mi presencia así que la monja le señala hacia mi dirección para que me note.
—Mira, Sofia —dice la monja, sonriente —Mira quienes vinieron a visitarte.
Sofia levanta la vista y sus ojos se iluminan al reconocerme. Corre hacia mí con una risa contagiosa, y antes de que pueda agacharme, me lanza los brazos alrededor del cuello.
—¡Amelia! ¡No puedo creer que estés aquí! —exclama, su voz llena de alegría.
La abrazó con fuerza, sintiendo cómo su energía vibrante me envuelve. Es un abrazo de pura inocencia y cariño.
—Hola, pequeña —le respondo, apartando un mechón de su cabello de la cara —¿Cómo has estado?
Sofia me explica a su manera como ahora puede hacer muchas cosas que antes no podía gracias a su corazón nuevo. Todo el rato que pasó en el lugar ella lo pasa pegada a mi y Isabel, mientras los demás niños juegan con Max ella prefiere permanecer a nuestro lado, como si nuestra presencia le diera seguridad.
ESTÁS LEYENDO
Cumpliendo sus fantasías
RomanceEn los pasillos de la Universidad de Willowbrook, la estricta profesora Amelia Smith es conocida por su rigidez y su intransigencia. Soltera y solitaria, nadie parece conocer la historia detrás de su fachada de hielo. La joven universitaria, Isabel...