𝐂𝐚𝐩í𝐭𝐮𝐥𝐨 56. 00

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Es la siete de la mañana y la briza mañanera en la residencia Min es digna de tomar el desayuno en su jardín principal, que está rodeado de rosales, estanques y bancas, con un pequeño laberinto hecho de pinos

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Es la siete de la mañana y la briza mañanera en la residencia Min es digna de tomar el desayuno en su jardín principal, que está rodeado de rosales, estanques y bancas, con un pequeño laberinto hecho de pinos. El sol está radiante y el cielo azul más despejado que nunca. Hay una leve escarcha danzando de lado al lado, pero no es nada que con una buena taza de café recién hecho no arregle. Esta mañana es genuinamente perfecta para disfrutar de la vida.

En el jardín principal hay una zona hecha especialmente para tomar el desayuno en días perfectos como este o simplemente para pasar una tarde y ver la caída del sol. Una pérgola de madera con luces colgantes y con un techo que fácilmente se puede abrir cubre una mesa redonda de hierro, de un color rosa flamingo con diversos detalles en color dorado. Las cuatro sillas a su alrededor van a juego con ella. Las trabajadoras domésticas siempre tratan de que la vajilla vaya acorde al modelo de la mesa.

JiMin mastica suave y sin prisas las frutas picadas en yogur que se acaba de meter a la boca, esperando pacientemente a que sus dientes trituren todo para entonces tragar con ayuda de su jugo de naranja. Mientras que, por otro lado, Alan se atasca con suchi de lechuga y huevo. El suchi ya está perfectamente cortado sobre el plato, listo para comer uno por uno. Bueno, Alan no sigue esta lógica y se mete a la boca unos cuatro al mismo tiempo, hasta que sus mejillas se engordan como las de una ardilla con sus nueces.

JiMin centra su mirada verduzca en Alan, se fija en la manera tan estrepitosa en la que devora el desayuno. Tal parece que alguien va a llegar directo a Alan únicamente a quitarle la comida. JiMin piensa que Alan sería capaz de golpear a cualquiera que le robe una mínima migaja o, ya de plano, cambiar a cualquier pariente por un plato más de comida. ¿Cómo es que a Alan le cabe tanta comida a la boca y se la pasa por la garganta sin atragantarse en el proceso? JiMin tiene esa duda.

—Deberías considerar tener el jugo en la mano, por si no puedes pasar tanta comida —él le recomienda al albino con cachetes de ardilla, antes de coger su tenedor y pinchar un trozo de fresa bañada en yogur—. Me parece que nadie te la va a quitar. Desayuna tranquilo.

—El hambre no está para comer como doncella. ¿Sabes cuánto llevo sin comer? Un día, ¡un día! —Alan defiende a su estrepitosa manera de comer, habiéndose pasado todo lo masticado con un gran trago de agua. Toma unas cuantas servilletas para limpiarse alrededor de la boca, si es que a caso le quedaron migajas—. Se me bajó la presión dos veces durante la reunión con mis superiores. ¿Quieres hablar de mi potasio?

—El ser humano dura sin comer treinta días, si no me equivoco. —Él se acomoda sus lentes, que son para refrescar la vista. La noche anterior lloró y, como no está acostumbrado a ello, sus ojos amanecieron irritados. Unas gotas ayudaron al ardor, pero se le fue recomendado usar lentes.

—Sí, yo también quisiera tener ese don, cariño —Alan suelta una risilla. Le quita la cáscara a un plátano y se encarga de comerlo de un sólo mordisco, dejando a JiMin con la boca abierta—, pero...

𝐄ᴸ ᴵᴺᶠᴵᴱᴿᴺᴼ ᴰᴱ 𝐀ˡᵉˣᵃᶰᵈʳᵒᵛᶤᶜʰ| ʏᴏᴏɴᴍɪɴ. [Pausado].Donde viven las historias. Descúbrelo ahora