El intruso Yurchiano

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Jungkook se arropó con una gruesa capa afelpada y salió de la recamara. Luego de su conversación con Taehyung este le había dejado sin cerrojo en la puerta, y los guardias nunca le impedían el paso si quería salir.

Era obvio que ese absurdo principe estaba tan confiado en que no escaparía que ya ni siquiera lo vigilaba. Las llaves que le había enseñado aquella tarde solo eran una metáfora. Taehyung lo tenía amarrado con unas cadenas mucho más difíciles de soltar que las de hierro.

Optó por tomar un poco de aire desde el balcón que se hallaba más cerca a los jardines centrales. Debía analizar detenidamente los giros que la vida le había dado en tan escasos tres días y que en aquel momento lo tenían más que mareado.

El roció de la noche le sentaría bien, pensó mientras bajaba de la torre y decidía que haría con la bendita propuesta de Taehyung. Tenía claro eso sí, que jamás se dejaría arrastrar por los tormentosos deseos de ese degenerado. Pero era mejor manejarlo con inteligencia, jugar bajo sus reglas, pues ese príncipe daba muestras de tener el control en todos los sentidos. Era indiscutible que lo tenía agarrado por donde más le dolía: en su reputación.

Durante años, Jungkook había construido un palacio más fuerte que su mismo castillo, una fortaleza labrada con los principios de moral más estrictos, y que exhibía con orgullo en todos los confines de Joseon. Por ello no podía permitir que ahora una pasión malsana y mundana lo derribase como si estuviese hecho de arena.

Por mucho tiempo no había entendido cual era su empeño en mantener esa falsa dignidad, pero tras la partida de su tutor, tres años atrás, lo había comprendido a la perfección: Esa fachada de espiritualidad inquebrantable era lo único que lo hacía sentirse vivo de alguna forma; era como un tesoro precioso sepultado en lo más profundo de una isla desierta, tan sola y vacía como su vida.

Reflexionando sobre ello, bajó por completo hasta el inicio del jardín, y cruzando un pequeño caminito pedregoso entró en la fachada y se sentó en una banquita. La brisa de la noche lo golpeó ligeramente y se llevó el abrigo a la cara captando el delicioso perfume que de este emanaba.

Enseguida recordó que aquellas ropas le pertenecían a Taehyung, porque las que en principio iba a prestarle, le quedaron pequeñas. Resopló, alejando el acolchado tejido de su cara.

¿Por qué Taehyung le hacía eso?, se preguntó, ¿Por qué le producía tanto placer arrebatarle lo único de lo que verdaderamente se sentía orgulloso? No parecía una persona que necesitase algo, ni parecía tan desquiciado como sus anteriores pretendientes. Todo lo contrario, se le antojaba un hombre valiente, cortés, formal y con mucho sentido común. Daba la impresión de tenerlo todo bajo el control de su mano; era como si manejase cualquier cosa con solo espabilar y Jungkook lo notó durante la mañana, cuando al salir un momento hacia los patios de armas, pudo observar su entrenamiento con los soldados de la guardia.

Entonces... ¿Qué era lo que sucedía? ¿Por qué ese hombre tan cabal actuaba tan fuera de juicio con respecto a él? ¿Qué era lo que había en él que llevaba a los hombres a asumir semejantes comportamientos? ¿Qué los hacía desvariar así? ¿Y por qué Taehyung parecía tan impulsado por el mismo deseo que sus anteriores pretendientes pero al mismo tiempo actuaba tan diferente? no podía estar seguro, pero presentía que de haber caído en manos de algún otro pretendiente, este ya lo habría hecho suyo a la fuerza. Taehyung por el contrario, si, lo había besado a la fuerza y demás, pero en ningún momento sintió que se fuera a propasar con él más allá de forma violenta.

—Maldita belleza —susurró para si. Esa parecía ser la respuesta a todas las preguntas que se planteaba. Esa magnífica aura embrujante que cautivaba con solo una mirada, había sido su perdición.

El tesoro de SiKje (Taekook)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora