El reino blanco

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La noche volvía a caer sobre Jaén. El sol se había hundido por completo en el horizonte donde el mar y el cielo se juntaban, esperando de nuevo al alba. Las luces de las velas eran por ello las únicas que alumbraban la habitación de Yoongi; la cual, a pesar de esto, se encontraba casi en penumbras. 

Yoongi se encontraba de nuevo en la habitación de la fortaleza que ocupaba desde hacía varios días. Estaba recién llegado de un corto viaje que había hecho desde la misma noche que recibió aquel sobre lacrado proveniente de Koryo. Se había hecho con un puñado de hombres, había partido sin muchas explicaciones, y había vuelto hacia poco más de dos horas, pidiendo solo que le trajeran compañía.

Sus hombres sabían perfectamente a qué tipo de compañía se refería su señor, pues dicha compañía llevaba casi dos años calentándole el lecho.

Seonghwa, se llamaba el doncel, y había sido un prostituto del puerto antes que Yoongi pusiese sus ojos en él, una tarde de abril cuando lo vio en una trifulca en la que había tenido que mediar. El dueño del burdel donde el chico trabajaba iba a ser desalojado por un noble señor que quería aquella casa de placer para convertirla en una cervecería, mientras el dueño del lugar alegaba que la  propiedad era suya y que pagaba sagradamente sus impuestos por el local.

Al final Yoongi había decidido que prostitutos y cerveza podían convivir perfectamente en un mismo sitio y les daría un aporte para ampliar el lugar si prometían no armar más revuelo.

De esta forma se firmó el acuerdo y ambos demandantes agradecieron la justicia real: El cervecero con nueve barriles de su mejor cerveza y el proxeneta con el mejor de sus chicos. Yoongi había disfrutado de ambos regalos, pero el segundo le había gustado más. Pago una gran suma por él, convirtiéndolo en su amante personal; de manera que el chico siguió trabajando en la cervecería- burdel, pero ya no permitía que nadie lo tocara más allá de algunos manoseos mientras repartía el licor.

En aquel momento Seonghwa se encontraba sobre él haciendo lo que mejor sabía hacer: calmar el corazón de su señor exprimiéndole el sexo. Era el único prostituto que Yoongi conocía, capaz de lograr dos orgasmos consecutivos en un varón. Aunque el chico le decía que realmente se trataba de un solo orgasmo que prolongaba hasta el límite haciendo que se sintiera doble. Pero a Yoongi no le interesaban realmente los mecanismos de aquello, solo le interesaban las sensaciones que ese muchacho le brindaba entre las piernas.

Por ejemplo, lo que hacía justamente en ese instante con la boca. La saliva espesa del chico mezclándose con sus fluidos, el calor de su cavidad y los juegos con su lengua. Seonghwa succionaba tan bien sus carnes como lo hacía una esponja y mejor aun, porque las esponjas no eran suaves ni febriles como aquellos labios.

Después de casi veinte minutos de trabajo oral, Yoongi se corrió en la boca de su amante. Seonghwa levantó la cabeza y se sentó a horcajadas sobre él mientras tragaba de un solo golpe la simiente de su príncipe. Desde sus primeros encuentros con él había aprendido que a este le gustaba ver como sus amantes se tragaban su semen por completo, sin desperdiciar nada.

—La luna llena ha pasado, Alteza. Desde ayer han terminado mis días fértiles y puede entrar en mí sin temores. —Seonghwa comenzó a balancearse sobre su pelvis. Las luces caían sobre su piel recalcándole el bronceado; sus cabellos eran largos como los de todos los donceles, claros como nubes cargadas de lluvia y ondulados en las puntas. Era esbelto y fibroso, de nalgas generosas y sexo firme; su cara era ovalada como un huevo, pero sus ojos eran bellos y raros. Sus labios gruesos y carnosos también lo eran, sobre todo por la forma como a veces parecían sonreír sin hacerlo.

Yoongi lo miró fugazmente, su mente parecía estar en otro lado. Extendió su mano y se permitió acariciarle un pezón mientras se recuperaba de su reciente orgasmo. Luego, apretó un glúteo firme y con un movimiento rápido puso al chico bajo él.

El tesoro de SiKje (Taekook)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora