¿Verdad o te atreves?

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Encerrados en el salón del concejo de la mansión central, Jin Goo y Taehyung esperaban la llegada de Jungkook, el cual, anonadado por la llegada intempestiva de su tutor, se había ido a colocar algo más apropiado.  

En el salón había un ambiente tenso. Taehyung reparaba muy bien a Jin Goo, estudiándolo a detalle, mientras éste le dirigía miradas de vez en vez sin atreverse a reprocharle nada después de la forma como había encontrado a su pupilo enredado entre sus brazos.

Quince minutos más tarde Jungkook bajó por fin. Mientras lo acicalaban había tenido el tiempo suficiente para asimilar lo sucedido. ¡Jin Goo por fin estaba allí! cerca de él, ¡Había venido por él! El momento que había deseado durante tres largos y solitarios años estaba sucediendo.

Pero entonces, ¿Qué pasaba? ¿Por qué la sensación de inmensa felicidad que se suponía debía estar sintiendo, no estaba allí haciendo latir su pecho? ¿Por qué en vez de sentir qué su corazón volvía a renacer estaba en cambio más preocupado por tener, muy posiblemente, que abandonar Koryo? ¿Taehyung tendría algo que ver? ¿Tendría que ver el hecho de pensar que los días más felices de su vida habían terminado?

“¡No!” Se reprochó internamente, sintiendo que le faltaban las fuerzas para llegar hasta aquel salón. Jin Goo era el único hombre que había amado y el hombre indicado para él. Lo había ayudado a gobernar durante muchos años y respetaba sus votos.

Jin Goo se había ido del palacio en silencio, sin aviso, sin palabras ni despedidas.

“Pero si le confieso mis sentimientos se quedará”, pensaba Jungkook. Si esta vez le decía lo que sentía por él y no se quedaba callado, Jin Goo se quedaría a su lado y ambos vivirían en un compromiso de castidad, gobernando Joseon con rectitud y paz.

En la nueva vida que Jungkook tenía planeada no había cabida para romances lascivos y mundanos, no había espacio para sueños tontos... No había espacio para Taehyung.

“¿Pero serás capaz de olvidarlo?” habló una voz en el interior de su cabeza.

La respuesta podía oírse alta y clara en el fondo de su corazón pero él aun era muy necio y sordo para escucharla.

Digno, majestuoso y con esa misteriosa sensualidad que lo rodeaba como un aura, entró al salón seguido del vaivén de terciopelo que dejaba su capa. Al entrar lo primero que sintió fue la tensión que flotaba en medio de los dos varones, sin embargo, aparentando calma, se adelantó hasta donde su tutor, y esta vez, respetuosamente, le ofreció su mano enguantada.

—Asperves cam vikasu min ves esplendo (Sigues tan bello como te recordaba) —dijo Jin Goo besando la mano de su pupilo. —Jal (No) — se corrigió. —Gemis fan vikasu kaoma (Estas más bello aun) —Sus ojos miraban a Jungkook con nostalgia. Del niño asustado que años atrás le había tocado terminar de criar no parecía quedar mucho a primera vista, sin embargo, tras el brillo intenso de sus ojos oscuros, pudo notar cierto atisbo de miedo. La hermosura del rey había crecido también con el paso de los años y su leyenda había llegado hasta los sitios más remotos, pero en el fondo, su muchacho seguía siendo un ser lleno de dudas y soledad.

Suspiró tras el término de su escrutinio. Se sentía orgulloso de haber sido participe en la formación de aquel increíble joven y era justo por eso que le había resultado asombroso que hubiese cedido tan fácilmente a la seducción de un extranjero. Durante todos esos años había creído conocer a la perfección a su pupilo, pero al parecer no estaba ni remotamente cerca de entender por completo el corazón de aquel doncel.

La guardia de Joseon le había dicho que Jungkook gustaba de salir solo para ir una vez al mes a ver a SiKje. Jin Goo sabía la razón de esto pero también pensaba que había algo más. Al parecer, en el fondo de su corazón, Jungkook amaba el reto, el desafío que le suponía enfrentarse a sus pretendientes, amaba la posibilidad de ser capturado alguna vez, tal como finalmente había sucedido.

El tesoro de SiKje (Taekook)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora