La Tempestad

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Recostado contra una pared húmeda, Seonghwa observaba como Yoongi, aprovechando el cese parcial y temporal de la lluvia, empezaba a poner orden entre los sirvientes del palacio y organizaba los preparativos de contingencia sin el menor fallo.   

El príncipe Jaeniano había aceptado la propuesta del rey Jung Hyung de ponerse al liderazgo de las estrategias de preparación y alerta contra del huracán, debido a la experiencia que este tenía al respecto y en ese momento cumplía la misión con la mayor diligencia.

Apurando un poco de vino que guardaba en una bota de cuero, vio de lejos como Yoongi formaba cinco filas de igual número de integrantes mientras con voz alta y serena les explicaba sus diferentes funciones. Sus movimientos seguros y fuertes eran rigurosos y exactos. Con los brazos cruzados hacia atrás y marchando en una perfecta línea, vociferaba las ordenes como si le hablase a unos soldados de la guardia, y no a los impávidos esclavos que lo miraban confusos.

Seonghwa sonrió a medias, recorriendo con sus ojos la anatomía de su príncipe. Le parecía demasiado hechizante la forma como la tremenda sensualidad que este poseía, usaba de coartada a la rudeza para pasar desapercibida.

Yoongi era como esos volcanes que permanecían inactivos por décadas y que un día de repente estallaban arrasando aldeas enteras, era un hombre en apariencia frío, pero realmente tenía mucho fuego interior que dejar brotar. La ropa del príncipe Taehyung le quedaba bien, pensaba Seonghwa, dando un sorbo más a su bebida. Sonrió, cerrando definitivamente la bota cuando se percató que Yoongi, terminando de aleccionar a su público, se apartaba de los patios dirigiendo sus pasos hacía él.

—¿Me regalas un trago? —preguntó el príncipe al llegar hasta la atura de su sirviente.

—¿Desde cuándo los reyes beben el mismo vino que los esclavos? —replicó este con algo de impertinencia. Sin embargo, volvió a abrir su bota ofreciéndola a su señor.

—En ese caso no hay problema —le contestó Yoongi antes de dar un primer sorbo. —Tú no eres un esclavo y yo no soy un rey... aún.

Se notaba tenso, en ese momento. Aunque sin duda menos nervioso que durante el viaje. Eso solo podía deberse a que las cosas con respecto a su principito avanzaban por buen camino, especuló Seonghwa. No le había preguntado nada sobre su encuentro con los reyes de Koryo ni con su víctima, pero sospechaba que había tomado sus consejos y que quizás, en parte, había obtenido buenos resultados.

—Tenías razón —dijo entonces Yoongi, como si supiera que el otro esperaba información. —Se indignó, pero no rechazó mis besos —apuntó con un nuevo sorbo de vino.

De nuevo las gotas de lluvia empezaron a caer sobre Koryo cada vez más rápido. El viento se empezaba a convertir en un enemigo mortal e imparable, pero ellos, impávidos y taciturnos, parecían suspendidos en el tiempo.

—Es normal. —Seonghwa suspiró tratando de protegerse de la lluvia bajo una cornisa, —pero ya verá que luego el sentirse así de deseado será un cumplido para su orgullo —agregó mirando de nuevo las densas nubes que cubrían el cielo.

—Ahora me preocupa más otra cosa —volvió a decir Yoongi contemplando también el ominoso paisaje. —Uno de sus hermanos lo sabe todo y no sé de qué forma piensa proceder ante mí, solo sé que no se quedará tan campante después de esto.

—Pues en estos casos lo mejor es la reparación y ese hombre debe saberlo. Es preferible un matrimonio y la reposición del daño a un muerto, una guerra y un doncel sin honor.

Yoongi se encogió de hombros devolviendo a su dueño la bota de vino. A pesar de todo, era consolador escuchar las palabras de Seonghwa. Esperaba que este tuviese razón y que su estúpido error pudiese solucionarse.

El tesoro de SiKje (Taekook)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora