El aliado desconocido

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El embarazo había convertido a Hyunjin en un muchacho increíblemente dócil. Desde que tomara conciencia de su nueva situación y descubriera aquellos terribles sucesos que rodearon su pasado, parecía otro. 

Por fuera seguía siendo el mismo chico estilizado e infantil, ese al cual las hormonas no le habían causado ni el más ligero cambio. Sólo su vientre, ahora del tamaño y la circunferencia de un melón, daba muestra de su estado. Era en él más notoria la gravidez que en Jungkook; tal vez por ser más delgado que éste último.

Se le veía contento a pesar de las circunstancias y los recientes acontecimientos. Pasaba muchas horas en la biblioteca privada del rey Jung Hyung, la cual le gustaba más porque tenía vista a las colinas y mejor iluminación que la de los escribas.

En ella pasaba días enteros leyendo tratados insultantemente voluminosos de medicina antigua y pociones curativas. A veces empezaba su lectura un poco después del alba y sólo volvía al mundo ordinario cuando Seokjin o Namjoon entraban a buscarlo para merendar.

Estaba fascinado con el arte de los sanadores, una magia que parecía más cosa de Diosas que de humanos. Comprender el cuerpo, sus mecanismos y los misterios que éste encerraba era tan apasionante y divertido.

La vida toda era un maravilloso enigma, un acertijo encantador. Sólo había algo que le maravillaba aún más que todo aquello; algo que le estremecía el alma cada vez que lo sentía, y eso era el movimiento de su hijo. Estaba fascinado con la indescriptible sensación que era sentir otra vida creciendo dentro de su cuerpo. Era una sensación que ningún libro podía expresar.

Namjoon, por su parte, estaba más que satisfecho con la conducta de su ahora esposo. Le había sorprendido gratamente verlo aceptar sin rechistar la orden dada por Yoongi sobre bendecir su relación. La mañana de la boda, a pocas horas del matrimonio de Jungkook y Jin Goo, se levantó muy temprano y por primera vez en todos esos días dejó aparte sus estudios para permitirle a sus donceles prepararlo para el ritual.

Resultó ser todo un experto en las tradiciones de su pueblo, pues recitó la oración a Ditzha en Yurchiano antiguo con la misma fluidez y precisión que si lo hubiese hecho en Hangul, y supo hacer con absoluta certeza el nudo del lazo que debía atar en la cintura de Namjoon.

La boda fue sólo una mera formalidad porque desde que se había enterado de su embarazo, Hyunjin se había estado comportando como un fiel y amante esposo. Tanto así, que Namjoon se había quedado congelado la primera vez que le escuchó responderle con un respetuoso: "Si, Namjoon", acompañado de un suave asentimiento de cabeza. No podía recordar ni siquiera cuál había sido su orden, pero aquella respuesta jamás la olvidaría.

Era como si el príncipe hubiera reaccionado a alguna especie de estimulo biológico que le decía que aquel al que tantas veces había mirado por encima del hombro era su marido y como tal le debía respeto.

Tampoco formó algarabia cuando supo que no asistiría a la boda de Jungkook. El pacto hecho con Jimin le impedía salir de Koryo, por lo tanto aguardó las noticias con paciencia y permaneció encerrado junto a sus libros mientras el resto de la familia real se encaminaba con rumbo a Joseon.

Ni siquiera aceptó que Seokjin se quedará acompañándolo. Todo lo contrario. Le pidió medio en broma, medio en serio que asistiera como compañía personal de Namjoon y que impidiera que coquetos cortesanos se le acercaran.

Ya habían pasado dos días y sólo faltaba uno para que finalizaran los banquetes de boda de Jungkook y Jin Goo, y Namjoon y compañía regresarían a palacio. El estudio de la botánica útil para la anestesia lo había mantenido entretenido, aunque no dejaba de preguntarse qué habría pasado en aquellos dos días. ¿Los Yurchianos se habrian presentado? ¿La boda se habría llevado a cabo sin inconvenientes? ¿Yoongi habria asistido?

El tesoro de SiKje (Taekook)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora