El rostro de la muerte

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La tarde fue particularmente fría y la noche prometía ser la más helada de todo lo que iba, corrido del invierno. Hyunjin se sentó junto a la fogata, en compañía de sus donceles y unos cuantos soldados.  

Esa noche no sentia hambre, aunque no había comido en horas. Le dolía un poco la cabeza y tenía tanto frio que consideró que lo mejor era irse a dormir temprano. Al día siguiente, Namjoon regresaría y se sentiría mejor, pues al tenerlo de vuelta ese terrible presentimiento pasaría. No sabía por qué, pero tenía la sensación de que nunca más volvería a verlo.

En ese momento, un grupo de soldados llegó de repente. Las personas que comían junto a la lumbre y el mismo Hyunjin se pusieron de pie alarmados mientras aquellos hombres se detenían en frente de ellos.

A Hyunjin no le gustó nada la llegada intempestiva de aquella tropa, sin embargo, todo parecía estar en perfecto orden. A pesar de que venían de otro regimiento, que no había operado en la zona, aquellos hombres eran Koryanos; también tenían los uniformes completos y el acento pausado tan típico en los oriundos de Koryo. No había por lo tanto ninguna razón para desconfiar, en lo más mínimo. Sin embargo, a pesar de esto, algo en el interior de Hyunjin le pedía a gritos que tuviera precaución.

—Su alteza, su esposo manda por usted. Fue herido en batalla y está muy grave —escuchó al instante de labios de un hombre que por sus insignias parecía ser un Coronel.

Hyunjin se paralizó de angustia y se quedó mirando aturdido la mano estirada con la que el sujeto lo invitaba a subir con él al caballo.

—Vamos, su Alteza —insistió el uniformado.
—Tenemos que darnos prisa.

—Espere.

—¿Qué pasa?! —Confundido y sin saber que hacer, Hyunjin negó con la cabeza, miró a aquel hombre a los ojos y no vio en ellos malas intenciones, pero tampoco sintió que debía confiar por completo.

Para su salvación, el comandante del campamento había oido la algarabia por la llegada de aquellos visitantes y de inmediato había llegado a hacerse cargo de la situación.

—¿Qué es lo que sucede? —preguntó con voz grave el imponente hombre mientras con su cuerpo protegía al príncipe
—Identifiquense —exigió a los recién llegados.

Según sus declaraciones, venían de las montañas de la zona oeste donde habían peleado por varias semanas, intentando recuperar una aldea Joseoneana. Al fracasar en esta empresa habían sido asignados un poco más al este, y por eso habían tenido el privilegio de escoltar a Namjoon en los combates de aquel día.

El comandante pareció quedar satisfecho con las explicaciones y les permitió dirigirse a Hyunjin. El conocimiento que aquellos hombres mostraban al hablar y algunas pruebas que confirmaban sus rangos militares lo dejaron satisfecho. Además, eran Koryanos. No tenían ninguna razón para mentir.

—¿Dónde está Namjoon? —preguntó entonces Hyunjin con el corazón en la boca
—¿Qué le ha sucedido?

El soldado Koryano hizo un gesto de dolor y señaló su flanco derecho, luego suspiró.

—Una herida de lanza en el costado. Está sangrando mucho —informó al tiempo que señalaba con su indice la falda de la montaña. —Se encuentra en ese punto, en una cabaña ubicada en la ladera. Logramos sacarlo con vida pero está inconsciente.

—¿Y los médicos de esa zona? —cuestionó Hyunjin comenzando a desesperarse. Temía no llegar a tiempo.

El coronel Koryano contestó sacudiendo la cabeza.

—Sólo había uno y ha huido junto con gran parte de la gente de esa aldea.

—En ese caso, ¿por qué no trajeron a Namjoon con ustedes? Era más fácil atenderlo acá.

El tesoro de SiKje (Taekook)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora