El robo

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Un día después de su partida de Koryo, Yoongi regresó a Jaen. Había vuelto a tomar la vía al mar, pues, si en su viaje de ida se consideraba apresurado, ni que decir en el de regreso.  

Hyunjin lo esperaba ansioso por buenas noticias. Pero incluso él, tuvo que esperar hasta la mañana siguiente para entrevistarse con su hermano. Yoongi había llegado y se había encerrado en sus habitaciones sin saludar a nadie. Hyunjin, considerando que su viaje a Koryo tuvo que ser muy desagradable, decidió no acosarlo y esperar a que este lo buscara.

Efectivamente, lo buscó no más despuntó la mañana. Hyunjin estaba a punto de entrar a la gran alberca que tenía justo al lado de su recamara para tomar el baño que le estaban preparando sus donceles de compañía, cuando la gran puerta de esta se abrió y uno de los guardias apostado en ella anunció la llegada de su hermano.

—Pónganme la bata de seda y déjenme a solas con mi hermano —ordenó. —Vayan preparando mientras las esencias de baño y entibiando el agua.

Los donceles asintieron; vistieron al príncipe, y luego se perdieron detrás de las cortinas que separaban la recamara del baño. A los pocos instantes Yoongi entró y el rostro de Hyunjin se iluminó.

—Hermano mío ¿Cómo estuvo tu viaje? —saludó, apresurándose en acercarse y besarle la mano. Pero el rostro de Yoongi parecía un muro infranqueable.
—¿Qué pasó? ¿Qué sucede? ¡Por las Diosas, responde! —suplicó casi jadeante.

Pero Yoongi solo salió hasta la terraza de la habitación, recibiendo la brisa del mar y echándose sobre un pequeño muro pedregoso. Hyunjin lo siguió consternado.

—Hermano… ¿Qué ha sucedido? —inquirió con el corazón casi en la boca. Algo no estaba bien. —Dime que pasó en Koryo.

—No habrá boda —soltó de repente, sin mirarlo, sin prepararlo. —Tú no te puedes casar con el príncipe Taehyung.

El corazón de Hyunjin, que había estado latiendo furioso durante todo ese tiempo, pareció detenerse bruscamente, y un suspiro ahogado brotó de su garganta.

—¿Cómo? —preguntó casi sin voz. —¿Qué has dicho?

Yoongi suspiró, acariciándose bruscamente las sienes. Tenía una expresión tan sombría que parecía haber envejecido diez años en solo un par de días.

—He lavado tu honor —habló un instante después con la mirada clavada en el mar Jaeniano. Su hermano lo miraba con lágrimas en los ojos, esperando una aclaración. Temía lo peor.

—¿Lavado mi honor? —preguntó entonces abalanzándose a los pies de Yoongi. Ahora sí que estaba completamente desesperado. ¿Sería posible qué…? —Por favor dime que no has lastimado a Taehyung —suplicó casi con agonía. —¡Por favor dime que no le has hecho nada! ¡Dímelo!

—No le he hecho nada a tu precioso Taehyung. —Yoongi se zafó del agarre de su hermano casi con violencia. —No es a él a quien he lastimado. Por lo menos no directamente —aclaró.

Lívido de horror, Hyunjin se puso de pie. Aturdido siguió a su hermano hasta el otro extremo de la terraza a donde se dirigía ahora.

—He cobrado oro con oro y plata con plata —decía este, evocando un antiguo adagio popular. —He lavado tu deshonra con deshonra —remató, dando media vuelta, mirando a su hermano a los ojos por primera vez. —Mancillé la pureza del príncipe Jimin… en su propio castillo.

Hyunjin quedó rígido como una estatua y se llevó ambas manos a la boca, gimiendo con espanto. Por un momento le pareció que aquel hombre frente a él no era su adorado hermano, y que todo aquello no era más que una cruel broma. Pero la expresión sombría y rígida de Yoongi le mostró que este no mentía y que una terrible desgracia se avecinaba.  Temblando como una pequeña rama en medio de un vendaval, buscó asiento en el muro que antes usara su hermano. No encontraba palabras en aquel momento, sentía un nudo horrible en la garganta y solo podía hipar con descontrol.

El tesoro de SiKje (Taekook)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora