Intercambio sangriento

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La noche cayó pesadamente sobre Joseon. El invierno había llegado con mucha crudeza ese año y nevaba ligeramente. Aún así eso no impidió que el plan de los donceles se pusiera en marcha y que Jimin lograra con éxito que antes de la media noche una gran aglomeración se formara en el patio de armas.  

El señuelo fue una improvisada subasta que el rey consorte Jaeniano organizó precipitadamente. La liberación de Joseon había dejado grandes bajas pero también un montón de prisioneros de guerra Yurchianos, los cuales pensó, sería interesante vender como esclavos a precios increíblemente bajos a pesar de la belleza de aquella raza.

Había sido una excelente idea para distender los ánimos y ahora Jin Goo lo miraba mientras dirigía todo aquello sin poder creer que estuviera frente al mismo muchachito  miedoso que había conocido en Koryo ya casi un año atrás.

—Me tienes admirado, muchacho —reconoció el varón acercándosele durante uno de los remates. —Haz cambiado mucho.

Jimin sonrió a secas.

—Finalmente nunca tuvo la oportunidad de entrenarme —le devolvió con un falso mohín de disgusto. —Habría sido increíble entrenar con el padre de mi esposo.

Jin Goo miró a Jimin con los ojos muy abiertos. Si él sabía todo era porque seguramente Yoongi ya se lo había contado. El doncel notó el sobresalto del hombre y lo sacó de sus cavilaciones. Definitivamente, Jin Goo no se equivocaba.

—Si, asi es. No se sorprenda. Yoongi me lo contó todo por carta, desde hace días y aunque le parezca increíble, no me sorprendió, se parecen mucho en realidad. Espero que el hijo que le dará Jungkook sea igual de guapo también.

A pesar de la tremenda desazón que le produjo ese comentario, logró sonreir. Le dolia terriblemente saber que el hijo que Jungkook tenía en su vientre, no era suyo. Antes, aquello no le había importado en lo absoluto, sin embargo ahora, con el paso de los días, todo había cambiado. Jin Goo sentía que odiaba a ese niño, y a la idea de que ese pequeño sería un vínculo permanente e irremediable entre su amado Jungkook y el príncipe Taehyung. ¡No podía soportarlo!

—¿Qué ha pasado? ¿He dicho algo malo? —preguntó Jimin viendo que el varón se había tornado pensativo. Sin embargo, Jin Goo le restó importancia al aunto con un cabeceo y volvió a sonreir.

—No es nada —mintió controlando su mal humor. —Es sólo que han ocurrido tantas cosas y todos hemos
cambiado mucho, tanto que a veces siento que de seguro no somos capaces de reconocernos a nosotros mismos.

—Eso es verdad —concordó Jimin. —Usted, por ejemplo, que decía querer al rey Jungkook solo como un hijo, mirese, es su esposo ahora y sus sentimientos hacía el han cambiado.

—¿Me odias por eso, verdad? —preguntó Jin Goo mirando al doncel de soslayo. —Sientes que yo también traicioné a tu difunto hermano, ¿no es cierto?

—Se equivoca, para nada es así. —respondió Jimin con sinceridad. No negaría que al principio le fastidiaba la idea del matrimonio de esos dos, pero en esos momentos, sólo Jungkook era el merecedor de su odio. A fin de cuentas, fue él quien traicionó y se burló del amor puro que Taehyung sentía por él. Sólo Jungkook merecía su odio y deseo de venganza.

Tratando de excusar a su esposo, Jin Goo negó con la cabeza. No quería que Jimin siguiera llevándose esa mala impresión de Jungkook. ¡No era justo! Nadie mejor que él había sido testigo de todo el dolor que le había causado la muerte de Taehyung y también sabía a la perfección que solo se casó con él para no perder el trono de su reino.

—No, no es así, te equivocas con respecto a Jungkook —explicó entonces mirando como un Yurchiano encadenado era entregado a su nuevo dueño.
—Jungkook no quiso que las cosas se dieran así, estaba entre la espada y la pared y se vio orillado a hacer cosas en contra de sus deseos.

El tesoro de SiKje (Taekook)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora