Presagio cumplido

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Al décimo intento iba a darse por vencido. Estaba más inseguro que nunca con respecto a su poder de levitación, y el estar siendo entrenado por ese hombre tan extraño y hábil lo ponía más nervioso aun.

 —¿Por qué le tienes tanto miedo a tu poder?  

Jimin frunció el ceño ante esa pregunta y miró de nuevo a Jin Goo quien lo escrutaba con rostro casi divertido.

   —No le tengo miedo —trató de replicar no muy convencido. —Es solo que no puedo concentrarme.

 —Mentiroso —Jin Goo se acercó unos pasos a él, disimulando una sonrisa traviesa. —Sí le temes a la levitación, niño —aseguró con descaro. —Yo te voy a explicar  por qué.

De inmediato, Jimin se tensó, cruzó los brazos sobre su pecho en actitud falsamente enojada y esperó la explicación que le daría aquel hombre. Furioso por no poder ver a su mamá moribundo, había salido a practicar con su espada aquella mañana, rememorando las épocas en las que entrenaba con Namjoon en aquella abadía donde había sido exiliado. Su hermano le había enseñado a usar toda clase de armas, y él había adquirido destrezas sobresalientes en algunas. Sin embargo, Namjoon nunca había logrado que su hermano superase su miedo a levitar.

Pero ahora ese hombre parecía conocer perfectamente la base de todos sus miedos, cómo si pudiese leer en su mente. Como si estuviese acostumbrado a enseñar más que simples movimientos o posturas de defensa. Como si hubiese entrenado a alguien temeroso y frágil en el pasado.

Jin Goo comenzó a rodearlo, hablándole con voz suave pero increíblemente autoritaria y segura. Desde que había visto a ese chico practicando con la espada en los patios de armas, su sutileza y su gracia le habían recordado al instante las épocas en las que entrenaba a Jungkook en Joseon y por ello no había podido evitar acercársele y recordar viejos tiempos enseñándole algunos trucos a ese niño.

—La levitación es un arte complejo —decía con sus manos entrelazadas detrás de su espalda. —Se necesita tener un fuerte equilibrio entre la mente y el cuerpo para dominarla a la perfección.

—Supongo que yo no tengo ese “equilibrio” —replicó Jimin refunfuñando. Maldita la hora en que le había contado que su poder era levitar y que no le gustaba practicarlo.

El antiguo regente de Joseon sonrió.

—Obviamente no —anotó degustando con su mirada la cara indignada que se le formaba a Jimin. —Tu balanza interna está muy averiada, muchacho.

—¡¿Pero qué dice?! —Su rostro se puso colorado como un trozo de salmón mientras bajaba la cabeza. No era posible que un desconocido lo estuviera analizando de esa forma tan veraz.

Jin Goo se explicó.

—Digo que al separarte de la tierra pierdes por completo tu seguridad. El sentirte inestable te produce una ansiedad terrible. El pisar tierra firme te brinda estabilidad y confianza. Cuando estás en el aire la sensación desaparece y empieza a liberarse la angustia.

Jimin no replicó nada y es que… ¿Qué podía contestar? Ese sujeto le había descrito a la perfección lo que sentía cuando intentaba levitar. La única vez que lo había conseguido, y solo a medias, había sido justamente el día en que espió la conversación entre ese hombre y Jungkook  y solo lo logró porque se aferró con fuerza a los ladrillos de encima del ventanal y se apoyó en la cornisa. De lo contrario, estaba seguro de que jamás hubiera podido mantenerse en el aire por más de cuatro segundos.

“Eres un cobarde de lo más patético”, pensó. Quizás era por eso que Yoongi nunca se había fijado en él. Para su prometido él no sería nunca nada más que un compromiso y un buen cuerpo en el cual descargar sus penas y sus necesidades biológicas.

El tesoro de SiKje (Taekook)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora