Los nuevos invasores de Joseon

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Al llegar al muelle a esperar el desembarco de una importante embarcación que acababa de encallar, Yoongi tembló de emoción pensando que vería a los suyos bajando de aquel barco. Sin embargo, la figura abrigada y ensombrecida que descendió por aquella rampa y llegó hasta su lado era la que menos se imaginaba. 

—Usted.

Jin Goo se quitó el sombrero e hizo una reverencia. Aquel era el encuentro de dos reyes, dos reyes con sangre plebeya.

Volvieron juntos al palacio y cenaron. Una extraña opresión en el pecho, el llamado de la sangre quizás, les decía que esa era la última vez que se verían; la única oportunidad que tendrían de decirse todo lo que por años había estado oculto y debían aprovecharla.

Yoongi lo llevó hasta el salón que daba vista al mar y allí se sentaron juntos, como si se conociesen de toda la vida; bebieron un vino amargo que ambos sintieron ideal para aquella plática.

—Sé que usted es mi padre —dijo Yoongi después de dos copas sin intentar siquiera cortar el hielo con alguna entrada más agradable. —Sé que usted también mató a mi mamá hace veintiun años —añadió sin un minimo de suavidad. —Y que ustedes fueron amantes.

Jin Goo apuró su copa sin decir nada. Sabía que su silencio equivaldría a aceptar aquellas dos afirmaciones, pero acaso, ¿era necesario seguir negando la verdad?

No, no lo era, supo enseguida.

—¿No lo negará? —preguntó Yoongi esperando impaciente una respuesta. —¿No me dirá que todo es mentira? ¿Qué mi mamá ha dicho todo eso para engañarme y ponerme de su lado?

—No, no te lo diré. —Jin Goo aceptó todas las acusaciones con su vista clavada en el inmenso mar. Su alma se sentía en paz en ese momento, como si flotara en la bruma del océano, como si ese mismo batir de olas le hiciera sentir que sus cuentas por ese crimen ya estaban saldadas. —Yo soy tu padre y también maté a tu mamá —aceptó entonces sin reparos. —Lo primero lo hice porque era un esclavo y no tenía opción y lo segundo lo hice por voluntad propia, porque Hyo Seop era un hombre ambicioso y perverso hace veintiun años, que ahora ha vuelto convertido un demonio.

—Un demonio. —Aunque quiso, Yoongi no tuvo forma de replicar aquello. No sabía por qué pero una parte de él también estaba de acuerdo con la última afirmación de Jin Goo. Algo que le hacía sentir terriblemente inquieto se lo decía en lo profundo de su corazón; se lo hacía ver con terrible obstinación.
—Usted era su cómplice hace veintiun años —fue lo que dijo entonces mirando a su invitado con furia. —Yo los vi hablando el día que mi mamá murió. Vi que se besaron y que luego usted lo dejó ahí tirado, llorando en medio del bosque. ¿Va a explicarme qué sucedió esa mañana, Yeo Jin Goo? ¿Va a decirme por qué mi mamá y usted discutieron de aquella forma?

Ante la pregunta, Jin Goo arrugó el entrecejo recordando los sucesos acontecidos aquella mañana. Las cosas habían pasado exactamente así como se las narraban. Él se había encontrado con Hyo Seop para confesarle que ya no le ayudaría a robar la amatista y que lo delataría ante los consejeros de Joseon. Hyo Seop había enloquecido de ira y todo había tenido que terminar de la peor de las formas.

—Tu mamá me usó —respondió dispuesto a contarlo todo. —Después de engendrarte, el rey In Guk me vendió a unos mercaderes Joseoneanos y tu mamá y yo no volvimos a vernos hasta el día en el que llegó al palacio de Joseon como sanador de mis antiguos señores. Después de un tiempo, me sedujo sabiendo la posición privilegiada que yo había alcanzado en el palacio y lo mucho que eso le servía para sus planes.

¿Seducir a un hombre por ambición? ¡Eso era cosa de prostitutos! Yoongi apretó las manos buscando calma; quería que todo aquello fuese mentira pero la realidad y los hechos mostraban que el que por años había considerado un hombre intachable era realmente un infame monstruo.

El tesoro de SiKje (Taekook)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora