Capítulo 10: Espiando a mi guapo vecino

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Me sigue por las escaleras hasta llegar a mi cuarto, entra y cierro con llave, no quiero intrusos.

—Oye Pablo...

—Dime...—Dice antes de besar mi cuello haciendo que jadee.

—¿T...Tú ac... Aceptas?-Pregunto entrecortadamente, me está distrayendo

—¿El qué?

—Ser solo mío esta noche...

—Claro.—Dice como si fuera obvio.

No me lo diría así si hubiera visto la escena con mis ojos...

—¿Por qué lo preguntas?

—Es que como has venido con Laura pues... He pensado que ya tenías la compañía que querías y que yo sobraba...—Bajo la mirada y él levanta mi barbilla para que le mire a los ojos, y lo hago.

—Hemos venido como amigos, ella había quedado con amigas aquí y la he acompañado porque su coche estaba en el taller. No va a pasar nada entre ella y yo esta noche. Estoy aquí contigo, no con ella.

Esta noche, solo por esta noche, mañana podrá irse con ella

Sonrío. Me siento mucho mejor aunque mi conciencia intente deprimirme.

—Me gusta como bailas...—Sonrío.

—A mí me gusta bailar contigo.

—Y con otros al parecer...—Dice serio. Su mirada se oscurece y pongo los ojos en blanco.

—Hombre, es que apareces con ella y... ¿qué querías que pensara? Además soy una mujer libre de restregarse con quien quiera.

—Entiendo que pensaras eso...—Se acerca a mi cama y me besa, yo me derrito.—¿Sabes? Tenía ganas de besarte de nuevo.

—Yo también.—Confieso—. Tienes unos labios muy besables.

Desabrocha mi vestido por la espalda y yo le quito su camiseta, le acaricio la espalda y le beso el cuello mientras me quita el vestido. Los dos sabemos lo que queremos y vamos directos a ello.

Aunque lo que él quiere es sólo una parte de lo que quiero yo, pero si quiero estar con él debo conformarme, no tengo otra opción.

Decido dejar de lado esos pensamientos y concentrarme en la sensación.

En cuestión de pocos minutos su cuerpo está fundido en el mío y mis manos se pierden en su pelo, al igual que las suyas en mis caderas.

La música de abajo es nuestra banda sonora, solo distorsionada por nuestros besos y gemidos.

(...)

Despierto y miro el reloj, las 4:30 de la mañana. Pablo está abrazándome por la espalda, e intento no derretirme ante ese gesto.

Me giro lentamente y le miro dormir, es demasiado tierno como para no quedarme embobada.

—¿Quieres dormirte de una vez y dejar de mirarme?—Susurra con voz ronca. Me sobresalto y enrojezco por la vergüenza.

—¿Cuánto llevas despierto?

—El suficiente como para saber que te gusta verme dormir.

—No seas engreído, es que me estaba asando con tus brazos.

—Ya... Seguro. Cuando duermes es el único momento en el que no enloqueces eh... Es bastante adorable.

—Acabas de admitir que tú me estabas mirando mientras dormía.

Ecos (en edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora